TQ

Que te vaya bonito y que el viento te deje en donde tengas que estar!




La caída del muro, la extinción del ideal  

Posted by: Root in , ,

Medía ciento sesenta y seis kilómetros pero separó al mundo en dos. Se construyó en una noche pero se mantuvo en pie veintiocho años. Sus cuatro metros de altura fueron sostenidos por quienes dedicaron su vida al sistema y derribados por los jóvenes con deseos de libertad. Una ilusión la tiró hace veinte años, el conformismo la convirtió hoy sólo en un recuerdo.

Christiane Kerner tenía una vida perfecta. Su esposo y sus dos hijos – Ariane y Alexander - conformaban su universo. La partida de su pareja a Occidente cambió el panorama. El shock fue inevitable, la entrega a “su patria socialista” la única cura.

Se consagró a la vida cotidiana del socialismo del este de Alemania; dirigir el coro de niños, la promoción del “progreso social” y el activismo apasionado de las necesidades básicas de su comunidad la hicieron merecedora de la Cruz Nacional de oro y el reconocimiento de méritos extraordinarios por construcción y desarrollo del orden socialista.

Un infarto la mantuvo en coma y en medio de su sueño, su mundo cambió. En los estantes de las tiendas de su “patria socialista” desaparecieron los pepinos ‘Spreewald’ y los refrigeradores se inundaron por Coca-cola; la recolección de pedazos de un viejo muro se conviertieron en la costumbre de la gente; la oportunidad de voto libre aparece y el desempleo crece; en cada esquina se pone un Burger King que puede saciar el hambre si en la bolsa se cuenta con dinero real.

Ocho meses después recupera la conciencia, pero las cosas han cambiado tanto que el mundo que ella conoció no sólo no existe más, sino que se ha transformado en el vaivén de novedades que antes eran sólo practicadas por el enemigo.

Christiane se mantiene en una recámara en donde el mundo sigue siendo bipolar; Alexander construye una realidad que mantiene a su madre lejos de la posibilidad de enfrentarse al shock que vivió la gente de su generación: el mundo que conocieron, por el que vivieron y en el que confiaban se cayó junto con esa ‘Cortina de Hierro’.

Wolfgang Becker encierra el impacto que toda una generación vivió en ciento cuatro minutos; el cineasta alemán lleva a las pantallas Good Bye Lenin! (2003) y nos cuenta la historia de Christiane, que bien podría llevar el nombre de los miles de ciudadanos de la Alemania del Este que consagraron su vida a un sistema que se fue desmoronando junto con cientos de kilómetros de concreto.

El mundo se parte en dos

En 1945 la Segunda Guerra Mundial concluye y Alemania termina derrotada. Cuatro ganadores –Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética (URSS)- se reparten el territorio. 1949 marca un parteaguas y el establecimiento de una República Federal Alemana (RFA) en el occidente y una República Democrática Alemana (RDA) en el oriente es el primer signo tangible de una separación creciente.

La intensificación de la guerra fría, que mantuvo enfrentados al bloque capitalista liderado por Estados Unidos y al bloque comunista encabezado por la Unión Soviética, provocó la lucha de los dos bandos alemanes; las fronteras interiores que dividían al pueblo alemán en la RFA y la RDA se fortalecen con vallas y vigilantes.

De 1949 a 1961 un número cercano a los 3 millones de personas emigraron del este al oeste de Alemania; la situación se volvió insostenible para el gobierno y la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, sin ningún aviso –y menos consideración- al pueblo alemán, el levantamiento de un muro en las fronteras de las dos repúblicas fue inevitable.

Erich Honecker, ex secretario del Comité Central fue el responsable de planificar la construcción y llevarla a cabo, en nombre de la dirección del Partido Comunista, conocido como SED.

Con el alegato de ser “una protección antifascista”, cuyo objetivo era el de evitar las agresiones de occidente, el gobierno comunista justificó el amurallamiento. Las reacciones de descontento, no sólo en el interior del Berlín encerrado, sino de los gobiernos del bloque capitalista no se hicieron esperar; sin embargo y pese a ello, a partir del 1 de junio de 1962, la entrada de personas del occidente a la RDA fue imposible.

El mundo, a partir de entonces, se convirtió en un mundo bipolar. Los buenos y los malos. Los capitalistas y los comunistas. Los del este y los de occidente.

Era de una cortina de hierro, pero como el humo, también se esfumó

Aunque tenían la misma nacionalidad, durante veintiocho años, los ciudadanos de cada una de las Repúblicas no sólo se erigían bajo gobiernos opuestos y regímenes económicos dispares, sino que su población incluso vestía, comía y se divertía en forma distinta.

Cerca de las siete de la noche, el jueves nueve de noviembre de 1989, el miembro del Politburó del SED Günter Schabowski, le anunció al mundo que las restricciones de viaje hacia el occidente habían sido retiradas. Miles de alemanes, incrédulos aún, se dirigieron al muro y nadie les disparaba si deseaban pasar del otro lado.

El periódico El Universal, en la Ciudad de México, imprimía en su edición de ese jueves nueve las declaraciones de Schabowski:

“El permiso de hacer viajes al extranjero puede ser demandado sin exponer los motivos […] la policía ha recibido instrucción de entregar inmediatamente visas para las partidas definitivas […] esas partidas definitivas pueden hacerse por todos los puestos fronterizos entre la RDA y la RFA […] de esta manera se volvió caduco el reglamento provisional en vigor actualmente, autorizando la partida definitiva por terceros países”

“Sin duda los medios de comunicación fueron fundamentales, se encargaron de dar a conocer lo que estaba pasando en el mundo”, asegura la Directora de la Revista de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la profesora Alma Rosa Amador Iglesias.

Las manifestaciones que durante ese año se intensificaron en protesta de libertad de paso y las presiones ejercidas por el mundo occidental, así como la apertura de Hungría –otro país ligado a la URSS por el comunismo- a occidente y la renuncia en octubre de Honecker al SED llevaron poco a poco a lo que esa noche culminó con la destrucción física, social y política del muro de Berlín.

“El sistema comunista se cayó sólo, no necesitó gran ayuda del capitalismo, la corrupción en su interior lo llevó al fracaso”, asegura Isabel Arregui, historiadora y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Y es que la caída del muro, significó el principio del fin del sistema comunista que mantuvo al mundo dividido en dos. El capitalismo había triunfado sin mayor esfuerzo.

Entre baleados, ahogados y quienes intentaron sobrevivir a saltos desde sus casas sumaron doscientas treinta y nueve vidas, ese fue el saldo de la división de Alemania, cientos de personas que perecieron sin presenciar la apertura de las fronteras de la RDA. Rudolf Urban el 19 de agosto de 1961 y Chris Gueffroy el 6 de febrero de 1989 son las puntas de esta lista.

“El muro de Berlín significó la división de Europa, las manifestaciones latentes de la guerra fría, por lo tanto la caída significó que el mundo bipolar llegaba a su fin, que el socialismo ya no daba para más”, revela Amador Iglesias.

“La movilidad de bienes, servicios y personas era una necesidad, el derrumbe del muro sólo fue la consecuencia de algo que había comenzado meses atrás”, agrega la directora de la revista de RI.

Beatriz Nadia Pérez Rodríguez, Coordinadora del Centro de Estudios Europeos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, asegura que la caída del muro fue el parteaguas para que la reunificación de dos mundos, ayudara al avance de todo el continente europeo. “Después de 1989 fue mas fácil para la Unión Europea hacer crecer un proyecto económico y social”, explica.

Para el mundo fue una gran sorpresa, pero para Alemania significó una reconciliación con su pasado, indica la profesora Alma Rosa. “En Alemania significó el desgaste del sistema socialista así como la reconfiguración del mapa europeo, la ‘unión’ de dos partes de un mismo país”.

Entre el cambio y la traición

“Hubo un gran desencanto de las personas que toda su vida vivieron bajo el régimen socialista”, señala la Historiadora Arregui; a pesar de que el sistema tuvo cosas que muchos han calificado de “terribles y reprochables”, como el miedo y el control total, es cierto que quienes se desenvolvieron en él no conocían nada más.

“Si vivían con miedo, pero a cambio de las seguridades que les proporcionaban –trabajo, salud, educación, casa- lo veían como un trato justo”, declara Alma Rosa, quien imparte también la materia de Europa en la carrera de RI de la FCPyS.

El choque generacional es de gran relevancia. Los jóvenes por un lado anhelaban conocer otras cosas, estaban cansados de lo mismos que el sistema les ofrecía. Propugnaban por una transformación, por caminar nuevas calles y hasta escuchar distinta música o vestir diferente. En cambio, quienes tenían entre 40 y 60 años, se sentían conformes porque era un sistema que reprimía, pero que a la vez resultaba muy cómodo.

“El mayor pecado del socialismo es que fue gris y aburrido” asegura Edit Antal, Investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), y es que la caída del sistema comunista en general y de forma simbólica del muro, fue gestionada por los jóvenes, las generaciones que ansiaban la libertad que el sistema en que vivían no les proporcionaba.

“El cambio siempre es visto como algo positivo”, confiesa otra de las investigadoras del CISAN, Camelia Nicoleta Tigau. Los jóvenes tenían la necesidad de saber qué había detrás de esa enorme pared de concreto. La película de Wolfgang refleja perfectamente esta situación. Muchas de las marchas de descontento que se sumaron a la presión ejercida por otros países, fueron auspiciadas por las generaciones más jóvenes.

“La generación que tenía como 40 o 50 años, mientras vivía en socialismo no estaban del todo contentos, querían más libertades y menos vigilancia, al acabarse el régimen, valoraron lo que tenían”, asegura Isabel Arregui.

“Los medios de comunicación, por su parte, trataron de exaltar las bondades del capitalismo y lo malo del comunismo. Era reiterar la bipolaridad y la idea del ‘bueno y el malo’”, explica la historiadora.

“En el socialismo, el Estado tomaba elecciones de cosas que cada quien, de forma personal, debía elegir”, señala la investigadora Edit Antal, lo que aumentó en las generaciones más jóvenes el deseo de buscar nuevos panoramas. Aunque “la decisión de la reunificación la tomó la Alemania fuerte, la Alemania Occidental y el cálculo fue en términos económicos”, aclara la también especialista en Europa del Este.

“El miedo que se vivió en los sistemas socialistas era necesario, cualquier sociedad autoritaria se basa en él. El objetivo de sembrar miedo a toda costa es la de controlar”, comenta Antal. “El control era tal, que ni siquiera necesitaban encarcelar”, añade Camelia Tigau.

El hambre de conocer al mundo se sobrepuso a las comodidades y seguridad de quien dedicó su vida al régimen. Muchas de las personas mayores “se sintieron traicionados por su gobierno” señala la profesora Alma Rosa, y es que fueron las personas que lo mantuvieron vigente y creían en el ideal de una sociedad más igual.

La esperanza tira un muro, el conformismo la esperanza

“A mi generación le resultó mucho más fácil ver el mundo antes de la caída, éramos jóvenes y al ser parte de una bipolaridad vivíamos con la esperanza del cambio”, revela Arregui.

Mientras en Alemania del Este los jóvenes ansiaban cruzar el muro y conocer el mundo capitalista, muchos de los que vivían en el occidente, en América Latina, por ejemplo, veían al socialismo como una esperanza, como un ideal. “vivimos con gran fascinación” cuenta la historiadora, así que la caída del muro “nos dejó en el aire”, fue el darse cuenta que esa opción tampoco iba a resolver los problemas que quienes vivían del otro lado del muro, si resentían del capitalismo.

“La caída del muro significó la caída de una ilusión” comenta Arregui, “es preocupante que ahora los jóvenes vivan en un individualismo –propio del sistema capitalista- que estén conformes con la idea de que nada puede cambiar”.

Aunque sólo han pasado veinte años de la caída del muro, que en palabras de la historiadora, “no es nada en comparación con la historia de la humanidad” los jóvenes de ahora lo ven como algo muy lejano a ellos.

“Las generaciones actuales lo recuerdan sólo como algo referencial, como una anécdota”, comenta la directora de la revista de RI. Mientras que hace veinte años, para esa misma generación, asimilar los cambios fue mucho más sencillo.

“Lo complicado para los jóvenes de entonces fue enfrentarse de golpe a un mundo para el que no habían sido preparados”, señala Amador Iglesias, implica una serie de retos. Aún así en nada se comparó con generaciones mayores que se enfrentaron a un nuevo mundo y al impacto de la añoranza por los viejos tiempos.

“Con estos veinte años tenemos que se es capaz de reconocer los beneficios del sistema socialista, como las clases sociales igualitarias”, asevera Edit.” Ahora se sabe que mundo capitalista y mundo socialista, ambos son igual a corrupción”, añade Arregui.

Edit Antal apunta que “hacen falta ideales sociales. Son los jóvenes quienes ponen en la mesa las preguntas a responder”.

Este año se cumplen dos décadas de la caída del muro de Berlín. Estamos en un siglo distinto, con un capitalismo que configuró el planeta como quiso y que demostró que tampoco era la respuesta a los problemas de los que se culpó durante la guerra fría al comunismo.

La esperanza que un nueve de noviembre derribó un muro, que separó al mundo en dos, hoy ha sido vencida por el conformismo de un cosmos competitivo e individualista.

This entry was posted on 2:27 p. m. and is filed under , , . You can leave a response and follow any responses to this entry through the Suscribirse a: Enviar comentarios (Atom) .

0 Flores

Publicar un comentario