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Que te vaya bonito y que el viento te deje en donde tengas que estar!




En memoria del Fuego. QEPD Jorge Luis Espinosa  

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El día de ayer trascendió la noticia de que el periodista Jorge Luis Espinosa, compañero de trabajo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, falleció. La noticia sin duda conmocionó a amigos y compañeros, incluso a aquéllos que convivimos muy poco con él.

Un hombre de sonrisa franca y mirada cálida, que con su sencillez se ganaba de forma inmediata a quienes lo conocíamos. La pena que ahora siento en nada se compara con la de quienes tenían años de tratarlo, aún así mi más sentido pésame a la familia y un aplauso desde aquí al hombre de las letras, al amigo de todos, al periodista.

Descanse en paz.

Aquí la nota del periódico Milenio, en donde colaboró hasta el último día.

Hace apenas unos días, Jorge Luis Espinosa (Comitán, Chiapas, 1963-México, DF, 2009) todavía caminaba, tomado de la mano de su pequeña hija Alba Sofía, por las calles de Guanajuato. Aún sonreía, a veces a carcajada abierta, con los recuerdos de sus años como periodista cultural en el Festival Internacional Cervantino.

De las coberturas, claro, de las notas informativas y las presiones de los jefes por terminar a tiempo con las crónicas y las entrevistas, pero también de las noches de bohemia... Ése era Jorge Luis, el periodista admirado y respetado, pero sobre todo el amigo, al que todos querían y recordarán tras su partida.

A sus 46 años preparaba la presentación de su libro En memoria del fuego, editado por la colección de Periodismo Cultural del Conaculta.

Con gran orgullo, Jorge Luis relataba que había llegado a la ciudad de México a los 18 años, dispuesto a convertirse en periodista, vino con uno de sus hermanos desde Comitán, Chiapas, su pueblo natal, al que regresaba cada año para recorrerlo en bicicleta y volver a vivir en él la pasión por su raíz: el “vos” que siempre lo acompañaba.

Ya en la gran urbe ingresó a la Escuela Carlos Septién García desde donde emprendió el vuelo hacia el periódico Uno más Uno, ahí se forjó como uno de los más respetados reporteros culturales.

Por su trayectoria fue invitado a integrarse a la sección cultural de Milenio, en donde colaboraba hasta antes de su muerte. También formó parte del equipo de El Independiente y luego se incorporó a El Universal.

Le costó mucho trabajo tomar la decisión de dejar el diarismo para trabajar en el Fondo de Cultura Económica, al lado de su entonces directora, Consuelo Sáizar, quien lo llamó nuevamente para que la apoyara, ahora en su cargo como presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Su obsesión eran las plumas y las libretas, las tenía de todas las formas, marcas y tamaños, viajaba siempre con una libreta que se convertía en su cómplice, ahí guardaba sus reflexiones.

Se fue Jorge Luis Espinosa, un amante de la cultura, en especial de la literatura: periodista que en muchos dejó sus enseñanzas, su manera de entender el periodismo cultural como un ejercicio cotidiano cerca de creadores y artistas, de quienes trabajan a favor de la cultura.

Sorpresivamente, ayer se dio a conocer la noticia de su fallecimiento. Innumerables amigos de todas las redacciones e instituciones culturales en las que laboró acompañaron a su viuda, también reportera de Milenio, Blanca Valadez, en el último adiós al que fuera nuestro compañero.

Leticia Sánchez

La nota de La Jornada

Jorge Luis Espinosa en tercera persona:
“Aún no nacía cuando su madre soñó con el destino del ser que llevaba en el vientre. Ella bajaba por la calle central del pueblo. Por el aire descendían páginas de periódicos que no alcanzaba a atrapar. A su alrededor, otros tomaban con facilidad esas hojas que caían. Lo que ahí estaba escrito parecía ser importante, por lo que se empeñó en tomar una para descubrir que en esas páginas venía escrito el nombre del hijo quepronto nacería. ‘Mi hijo va a ser famoso’, se dijo al despertar.”

Son las primeras líneas de En memoria del fuego, libro del compañero Jorge Luis Espinosa, notable periodista cultural quien falleció hace pocas horas, luego de un largo padecimiento. No eligió la fama sino la noble discreción que prodiga el periodismo cultural.

Sus restos físicos fueron velados anoche en Mausoleos del Ángel. La presentación de su libro, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en su colección Periodismo Cultural, ya había sido agendada, en días previos a su muerte repentina, para el 19 de noviembre próximo, y así ocurrirá.

Nació hace 46 años en Comitán, Chiapas. Al terminar la carrera de periodismo eligió especializarse en la fuente literaria, “porque el periodismo es fuego de todos los días”.

Explicaba: el periodismo cultural “tiene la viveza de la llama, pero, como ella, pronto se convierte en ceniza y va al depósito de la historia diaria, aquella de la que pocos o nadie se acuerda, porque otra llamarada se ha prendido y atrae al instante la mirada del lector, ávida del acontecer de los días”. En memoria del fuego compendia el trabajo cultural que ejerció durante décadas en distintos medios de información. En 347 páginas cirnió “fuegos de un solo día”: entrevistas, crónicas y reportajes que nacieron para el instante periodístico, “en el horno de la redacción diaria, sin tiempo para el reposo pero sí frente al segundero”.

Eligió el pensamiento de un filósofo para sus reflexiones, sus charlas con los compañeros, su indagación interior y también para iniciar su libro: “tras once años de ese vagabundeo por las zonas oscuras, una apoplejía acabó con la vida de Friedrich Nietzsche. El siglo comenzaba, pero con una advertencia: –No nos cobijemos bajo las apariencias, no narcoticemos la existencia con sus vapores. Veamos lo que es y puede ser el hombre enfrentado al abismo de la vida (...) ¡Refundemos al Hombre!”

Su esposa, Blanca, su hija Alba Sofía, a quien está dedicado el libro, sus compañeros, colegas, amigos, tienen en la memoria personal y En memoria del fuego, el legado de un hombre bueno y de un excelente periodista.

Pablo Espinosa