TQ

Que te vaya bonito y que el viento te deje en donde tengas que estar!




De Vallarta aprendí...  

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Dicen que una tarde junto a la playa es un momento de reflexión y de paz… así es. No hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue y ese tan ansiado y planeado viaje, terminó. Por supuesto, nada salió como lo pensé… y ¡qué bueno!

Mi deformación académica y mi vicio literario, me obligan a escribir al respecto. Tantos mensajes facebookeanos sólo son el índice de lo significativo que ha sido este viaje para todos. Aprendí tanto en tan pocos días, vi tantas cosas, escuché tantas otras y si las paredes de ese hotel y el cielo vallartense hablaran, tendrían todo que decir.

Quizá no soy buena para hacer crónicas, pero me parece que nada se cuenta igual si no se detalla empezando por el inicio y poniéndole punto con el final. Pero es difícil decir cuál fue el inicio, si el momento de escoger el destino, la preparación a él, los planes frustrados, el llanto previo, la noche en vela, las más de 18 horas de viaje, camiones descompuestos, paradas inútiles y las mejores amigas del mundo. Todo digno de remembrar.

Desde el primer momento, con cada hora de sueño, con mensajes nocturnos que me aseguraban que al menos mi nombre le había cruzado por la cabeza, con llamadas de preocupación de mis familiares, con la certeza de que a pesar de todo tenía que vivir lo que se me presentara con la intensidad que, de sí, me caracteriza, me di cuenta de lo rápido que se van las cosas buenas y de lo inútil que resulta atarse a las malas.

Aprendí que dormir temprano cuando tus amigas se embriagan y cantan no es la solución para dejar de lado la preocupación de un labio roto, alguna puede perderse y obligarte a despertar a todos a las cuatro de la madrugada… cual agente de la interpol; me di cuenta que llorar en un balcón, cuando todos duermen, cuando el sol se asoma en la playa, cuando tus amigas tienen crudas morales por confesiones inoportunas, no es la manera correcta de zafarse de los problemas.

Supe que una noche de antro, baile en tacones que de antemano sabía me matarían, gritar a todo pulmón “Con todos menos conmigo” junto a media generación peda, juegos bruscos en la alberca, propuestas indecorosas, “toques” inesperados y cinismo nadando con nosotros, es un remedio mágico para corazones que viajan rotos a Vallarta.

Me llegó la certeza de lo paliativo que son las sonrisas compartidas, los bailes sexys, lo inadecuado de noches locas, lo poco confiables que son los hombres “de una noche”, cuánto pulula la infidelidad y el descaro, todo lo que puede hacer una bebida que tiene vodka, tequila, ron, mezcal y un mensaje de “ese” individuo.

Mi cabeza apenas logra asimilar que después de comida y bebida gratis, trajes de baño a medio secar, recámara compartida entre cinco, playa, arena, noches con frio, barra libre en tres lugares distintos de un mismo hotel, hamburguesas a las dos de la mañana, helado de chicle y de mandarina, “don ipod”, canciones de dolor,que las "dark" bailen y canten con Espinoza Paz y Bronco, mentadas de madre a los quereres de mis amigas, la cercanía de una mujer que significó la gota que derramó “nuestro” vaso, no impidieron que riera a borbotones… aunque también supe que ibas conmigo en un compartimiento de la maleta y con tu foto en la cartera.

Aprendí que por más fotografías con una sonrisa de oreja a oreja, baños con agua caliente, besos inesperados, cantar con un trío mientras se come Filete de Robalo empanizado, encontrarse al mismo taxista dos veces en dos horas, vestidos cortos, noches mexicanas, parrilladas en la playa, tours de antros, kilómetros de distancia entre ambos, lo único que realmente me separaba del amor en un Puerto tan hermoso es la desconfianza y la indecisión. Entendí que puedo vivir la vida sin él, aunque sienta que aún tienes un pequeño pedazo de mi pasado. Supe que la celebración del fin de una etapa como la Universidad es mucho más que el inicio de una vida nueva.

Puerto Vallarta me deja la certeza de que hay días en que soy muy feliz, por más partido que tenga el corazón, que mis amigas son un tesoro invaluable y que hay algunas que sacan el cobre rápido, rápido; que el egoísmo sí está a la vuelta de la esquina y que también puedes encontrar a una amiga al final del camino, que demuestra con cariño y solidaridad que puede ganarse un lugar en nuestras vidas.

Que increiblemente mágico es viajar con amigos, emborracharse con ellos, echarse palomazos de dolor, pagar apuestas, pasear por un malecón que nos da la oportunidad de tomar mil fotos, pagar 80 pesos de cover y 50 de taxi sólo para llevar a dos amigas necias y pedas a su noche de antro, lo que hacen 6 fondos en media hora y un amancer en la playa... aunque estes dormida en un camastro.

Definitivamente Vallarta me cambió, escribió en mí la página de un nuevo comienzo, de una nueva oportunidad y la seguridad de que pese a lo “chistosa” que les parezca a mis amigas, lo sobreprotectora que sea, lo sentimental y parecida a un oso cursi con un tarro de miel y un suéter rojo, merezco ser inmensamente feliz y lo haré, con todas las ganas de que hoy sea un nuevo comienzo.

¡Gracias a todos!

No importaba... ya era suya  

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El deseo incontenible es un sentimiento difícil de abandonar. Esas tardes juntos la hacían impregnarse cada vez más de un instinto que desconocía.

No podía confesárselo, ¿qué pensaría él? Soñaba con rozar sus labios pero temía un inminente rechazo, una dolorosa comparación. Sus manos ¡son tan fuertes!, capaces de caricias excitantes o de “apretones” seductores que son difíciles de evitar, como aquellos a sus pechos que eran cada vez peligrosamente más frecuentes.

Si eso transmitía sólo un roce, con un beso en el cuello, con un pellizco, ¿qué no sería capaz de hacerla sentir si ella le permitiera acercarse un poco más?

Los espectadores, si los hubiera, podrían imaginar que sólo él goza; creerían quizá que hay un deleite unilateral en aquellos apretujones que costaban, cada vez más, resistir… pero se equivocarían.

Ella se deleitaba con su expresión incomprensible, con aquél gesto pícaro que tanta lujuria le despertaba y que siempre acompañaba la acción. Disfrutaba de su lengua chupando esos labios que se le antojaban y cuyo movimiento repetía a manera de juego… de tortura.

No sabe cómo gritarle cuánto odia su pudor, cuánto desearía desprenderse de los temores y echarse a sus brazos, arrancarle a mordidas la ropa. Cómo ha imaginado tocar aquellas piernas que sostienen su coquetería, aquella que sólo se atreve a espiar cuando corre por las escaleras para alcanzar el metro.

No subía tanto calor a su cabeza el hacinamiento del transporte público que frecuentaban, como el roce de sus dedos en su antebrazo. La conocía, la iba leyendo con cada acercamiento y ese descubrimiento de sus puntos débiles a ella la excitaba.

¿Lo sabría él? ¿Serían movimientos premeditados? No importaba, no cambiaba nada si sólo era su fantasía, el desconocimiento de placeres compartidos se alimentaba de imaginación juguetona. Lo de menos era si habría una segunda base… ya era suya.

Hay tiempos y espacios...  

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Hay tiempos y espacios que no se dan nunca. Durante más de catorce meses pusiste a prueba mi resistencia de las formas más variadas. Puse nuestro “lo que sea” en la balanza mil veces, siempre haciendo trampa para que el lado bueno tuviera todo lo increíble que hemos pasado y el malo sólo el último disgusto, así el lado bueno pesaría siempre más.

No digo que tu balanza no sea haya llenado también del lado opuesto, pero no voy a disculparme porque tengo plena conciencia de que cada cosa fue producto de la lucha que estaba librando contra el mundo, contra mis sentimientos, contra los de las demás y hasta contra ti.
Soy culpable de haber luchado hasta el último momento por lo que se supone que quería. Ahora veo que nunca tuve la claridad de lo que eso era. Sabía que te quería, que deseaba tu felicidad y no puedes negar que mil veces dejé incluso de lado la mía, por la tuya, pero para ti nada fue suficiente.

Nunca quise cambiarte, sólo desee una persona que se sintiera orgulloso del cariño que yo no podía evitar que se me escapara por los poros. Alguien que creyera que era algo bueno tener a su lado una persona que estuviera dispuesta a soportar todo… casi todo… por permanecer a tu lado. Alguien que fuera lo suficientemente importante para que, sin títulos, si alguien preguntara lo que éramos, sin pena dijeras que era la persona que estaba contigo en ese momento, nada más. Sin explicaciones, sin etiquetas, pero con la plena seguridad de que tenía en tu vida al menos un lugar cercano del que tú tuviste desde el primer momento en la mía.

No voy a cansarte rezando todo lo que pasé por alto y que tú ni siquiera supiste que me enteré. Decidí callármelo en ese momento y no será ahora cuando lo saque a luz. No me quejaré de las noches que pasé en vela esperando que terminaras una tarea o que te llegara el sueño y quisieras irte a dormir, simplemente para poder obtener un: Que descanses, te quiero, besos, bye. Y cuántas noches, ni siquiera el bye llegó.

No me arrepiento de los días en que fui a la facultad sólo para verte los cinco minutos que me dabas, “porque después de clases tenías algo más que hacer”, no me importó nunca cruzar la ciudad sólo para comer contigo enchiladas o pechuga empanizada. Pasé por alto mis horas de sueño, el tiempo con mis amigos, la angustia que le generaba a mi familia mis fines de semana llenos de lágrimas, sólo por la paciencia que tú me pedías para “Arreglar tu vida”, aunque yo sabía que cuando quieres a alguien no importa nada más, la aceptas en tu vida porque ya es parte de ella.

Me duele, eso sí, haber doblegado mi orgullo al punto de engañarme a mi misma al darme cuenta de cosas e ignorarlas por no “darte más problemas”. Pienso en todas las ocasiones en que me sentí culpable por expresarte lo que sentía y que fuera molesto para ti. Fue un error, lo que yo siento si es importante, si cuenta y si yo tenía un nudo en la garganta era justo querer desatarlo.
No tienes una pequeña idea de cuánto me duele reconocer todo esto. Ni cuánta importancia tiene en mi el cariño que te he tenido, pero me duele más sentir a cada momento que tú no sientes lo mismo por mi, que no esperas verme con la misma emoción que esperaba verte yo, que no te conectas esperando que esté ahí sólo para saludarnos porque atiendes otras conversaciones, que no buscas las palabras que crees que van a hacerme sentir mejor y que todo lo que siento, incluso esta última carta, es un drama sin importancia.

No me retracto, amarte me ha traído cosas maravillosas, aprendí a conocerme, a medir mis palabras y a permitirme sentir mucho más de lo que creí que se podía. Me di el chance de llorar sin importar que otros vieran, me di la oportunidad de reír hasta el dolor de estómago y que mis ojos reflejaran el amor que sentía, aún cuando tenía al mundo como detractor de él. Aprendí que no tengo que hacerlo todo, que merezco que el otro también se esfuerce y que si no lo hace… entonces no me ama, porque buscar la felicidad del otro, es algo natural, fuera de personalidades y caracteres, es indisoluble al sentimiento y lo que lo vuelve mágico.

La desigualdad en nuestra forma de querer al otro, porque nunca he dudado que algún aprecio me has tenido y que mucho sacrificaste en pro de ello, es lo que te asfixiaba, el desconocimiento de la forma en que yo te amaba y que no podías corresponder, el peso de mis ganas de decirte que te quería y que en ti no brotaba como en mi… sí me disculpo en esta parte, pero no por haberte querido así, sino por no haber visto que no era igual en ti. Quizá de haberlo notado, te habría hecho la vida menos complicada.

Callé mucho para no tener que estar las últimas semanas de esta etapa de mi vida, con lágrimas en los ojos por el peso de tu ausencia, pero me doy cuenta que ha sido peor darme cuenta que te tengo a lado y aún así no estás. Que te veo a los ojos y no entiendes lo que digo. Que suspiro y no lo notas, que te necesito tanto y no estás… y ni siquiera sabes que no estás.

Quizá te he malinterpretado todo el tiempo, tal vez estás y nuestro canal de comunicación está tan dañado que no lo vi y eso es aún más grave, porque no he sido capaz de reconfortarte con mi cariño y tú no lo has sido para hacerme ver que existía. De cualquier forma mi vida debe continuar.

Sé por experiencia que de quererlo, mi salida de la facultad no tendría que significar una real separación entre nosotros, que si ambos lo quisiéramos encontraríamos espacios para compartir, es más, lo pensé en algún momento como la solución a nuestras continuas peleas, la forma de darnos nuestro espacio y construir algo por separado que después pudiésemos construir los dos, pero me he dado cuenta que aún juntos, ya me has separado de tu vida y me parte el alma seguir luchando sola.

No me malinterpretes, conozco todo lo que tú también has hecho, no menosprecio las cosas que has dejado por mi, las noches que también me dedicaste, los días que vivimos lado a lado, las peleas que enfrentaste defendiéndome, ¡no sabes cuánto lo aprecié siempre!, ¡No sabes cuánto me mantuvo eso en pie!, pero con todos los defectos que puedas encontrarme, soy una mujer valiosa, entregada, capaz de dejarlo todo por quien ama, que merece, por lo menos, sentir el cariño que le dicen que lo tiene, merece no sentir ganas de besarte y miedo de hacerlo, una mujer que merece más que un beso en la mejilla. Una mujer que merece sentirse amada, deseada, comprendida. No digo que de de la misma forma, cada quien tiene sus métodos, ¡pero que lo sintiera!

Si estoy equivocada, sería una lástima que el orgullo de ambos dejara morir lo que hemos peleado contra el mundo. Dime que me equivoco, si me quieres a pesar de todo, no me dejes darme la vuelta pensando que no lo sentías. Pero me declaro indispuesta a seguir amando sola, a seguir soñándote si estás tan lejos, a continuar “llenando tus espacios de mí”, cuando tú ya no me quieres cerca. No me gustan las medias tintas y he dado tanto, que esta vez no puedo ofrecer estar ahí cuando me necesites, porque eso siempre lo tuviste y lo tendrás, pero no debo seguir esperando que me necesites, caminaré lo que me toca continuar y si necesitas algo de mi, sabes que me encontrarás.

No puedo evitar que subestimes lo que te digo y lo veas como un drama, peor aún, “como un chantaje”, pero no voy a callarme nunca más, no voy a morder mi lengua para decirte que te amé mucho, que te amo aún, pero que ahora debo amarme también a mí, con la puerta abierta para que entres o salgas definitivamente. Suerte.

Ruth

Adiós  

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Comparto esta última carta, de la misma forma que compartí el incio de la aventura. No sé si lo sepan, pero escribir es la única forma de desahogo que conozco. Gracias a quienes lo vieron nacer, crecer y morir. Un beso.

Te desconozco y aún así te escribo. De algo deben servir cuatro años y medio de carrera, aunque sea para decir, elegantemente, adiós.

Leí “La crónica de desamor” de una amiga y tristemente asumo que no soy capaz de despedirme tan poéticamente. No sé hablar bonito cuando tengo lágrimas de dolor en los ojos y arrepentimiento en el corazón. Ignoro si existe una forma en que pueda desprenderme de todo sin lamentar lo que di y, más aún, lo que no diste.

Despedirse incluye más ingredientes que aquél flan que no sabia bien cómo preparar. Implica tener a la mano tres tazas de fortaleza, un chorrito de comprensión de algún amigo, cinco cucharadas de resignación, tres pizcas de esperanza en algo mejor y una barra de mantequilla para que resbalen los momentos complicados y algún recuerdo incómodo que se resista a derretir el tiempo.

Sería muy injusto convertir estas últimas líneas en un reclamo más. Estoy segura que no estás sentado en un laurel, pero también considero que en nada se compara lo que puedas “extrañarme”, con el golpe que sentí de repente y lo mucho que me arrancaste de tajo.

Durante un año fuiste mi amigo, mi alumno, mi maestro, mi paño de lágrimas, mi consuelo, mi motivación, mi dolor de cabeza, mi alegría, mi compañía, mi inspiración, mi “algo más”, mi suspiro… el hombre con el que compartía absolutamente todo, la persona que estaba en mi cabeza día y noche, mi preocupación constante y de la noche a la mañana me lo quitaste todo.

No perdí sólo a una persona, perdí la confianza, perdí las ganas de creer en alguien, la paciencia, la amabilidad, la alegría, las ganas de continuar con mis cosas, mi tiempo, la credibilidad de mis amigos, todo junto ¿puedes dimensionar lo que es?

Para ti es sencillo, tomaste una decisión y tengo que apegarme a ella aunque se me rompa el corazón, pero qué necesidad tengo de además de todo, además de vivir con la pérdida, además de acostumbrarme a pararme en una facultad que ya no tiene un rincón libre sin un recuerdo tuyo, además de reconocerme sin ti cuando te convertiste en mi centro… ¿Merezco también que un día seas hostil y al otro me digas que me extrañas? ¿Me gané el que un día me mandes un mensaje “lamento el fin de esto” y al otro me dejes hablando sola porque te estaban esperando? Creo que por muchos errores que yo cometiera o por mucha indiferencia que ahora puedas sentir por mi, es más de lo que debo seguir soportando.

Entiendo que por momentos sientas nostalgia de tantos momentos juntos y sientas el impulso de decir “te extraño” o de escribir “te quiero” o de poner en un mensaje “lamento que termine así”, pero yo que sí te extraño como loca, yo que sí te quise como a nadie en la vida, yo que sí lamento estar padeciendo el sentirme completamente fuera de tu vida, siento impotencia de la ligereza con la que hablas.

Es verdad, un día prometí estar ahí siempre, y quizá así es, porque no será el dolor que me causaste motivo suficiente para que tu sonrisa sarcástica se borré de mi memoria, pero definitivamente el día que decidiste volver “a lo otro” perdiste de mi esa presencia que un día pensé segura en tu vida para siempre.

No estoy segura si seré capaz de perdonar tanto engaño y tanta pérdida. No sé cómo separar nostalgia de coraje, impotencia de dolor, extrañeza de añoranza, amor de odio… pero sé que necesito desterrar de mi piel y mis sentidos cada sensación de ti, cada olor que recuerdo, cada beso, cada abrazo, cada mirada, cada sonrisa… me volvería loca si intentara guardar todo y tratara no sentir nada por ti.

¿Te quiero aún? Quisiera con el alma decir que nunca lo hice, pero de nada vale engañarme a mi misma. Te amé mucho y me entregué sin reservas. Me convertí en la sombra de lo que era con tal de ser la persona que pedías y ahora que nada pides de mi me quedé así… convertida en una sombra, triste y sola, con recuerdos y dolor, con esperanzas rotas y con tantos y tantos lamentos y recuerdos que encerrar en un baúl.

Es mucha la tristeza y quisiera olvidar, pero sé también que si me tocó conocerte, enamorarme, creerte y pasar por esto es porque alguna enseñanza debo obtener, porque vendrá alguien capaz de valorar lo que soy y que a ti te fue tan fácil desechar.
No espero ya nada de ti, quizá de menos el respeto y la consideración de la mujer que lo hubiera hecho todo y que al final nada logró. La promesa de que permitirás que continúe mi camino sin atormentarme con la esperanza de que sea quien soporte todo sin pedir nada, como lo hice siempre. No menosprecio lo que sientas, sólo sé que no se compara con lo que hoy vivo.

No te odio, ¿sabes? Aunque ahora diario lo grite frente al espejo. Siento un inmenso dolor por tu mal actuar y tu inmenso egoísmo, siento pena por que sé de la soledad que en el fondo tienes y siento vergüenza de lo mucho que pudimos manchar un amor tan grande como el que te tuve… como el que siempre te tendré.

Quiero amar el recuerdo del hombre que me hizo feliz un día, en el que confiaba, el que me sanó y prometió no hacerme daño alguno. Quiero imaginar que nada de esto pasó y despertar pensando que fuiste a un largo viaje del que regresaras dispuesto a dar, por lo menos, un abrazo de bienvenida… pero es un engaño casi tan vil como cada promesa de estar a mi lado.

Sí me arrepiento de algunas cosas… de amarte no. Quizá lamento la forma, la desmedida, la cantidad, pero al final del día es una prueba a mi misma, a mi capacidad de entrega y a saber que el día de mañana tú serás un recuerdo importante y yo seguiré mi camino con la única capacidad que no se aprende sino se cultiva: la de amar.

Adiós, mi suspiro, cuídate mucho. Deja de morder tus uñas y desvélate menos, una mente despejada te ayudaría a conocerte mejor y a escuchar tu corazón, que es el único órgano de tu cuerpo que sabe lo que quieres y al único que reprimes cuando te grita entre lágrimas.

Ruth Muñiz

No conozco la forma...  

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Suspirito:
Me gusta la brisa que cae sobre el rostro cuando comienza a llover. La sensación del chocolate en mi paladar hace desaparecer la angustia por momentos. El abrazo sincero que cura miedos, es irremplazable. Adoro el sabor del helado de chicle y acepto que las galletas Suandy son mi fascinación.

Si nos ponemos a meditar complacerme no es tan complicado. La risa de un recién nacido alimenta mi espíritu y nada se iguala al olor del detergente de limón… pero tus ojos, tu mirada, tus gestos de niño pícaro y regañado, me quitan y me devuelven el alma en un segundo.

Hay mañanas en que despierto nombrándote y me asusta que alguien lo note… pero entonces recuerdo esa foto que mis amigas critican y caigo en la cuenta de lo fácil que es descubrir lo que me pasa. No sé si sea tan obvio para ti también; ignoro si mis mensajes te hacen creer que te pienso o si mis reclamos te hablan de mi necesidad de tu atención.

Cuando desde mi ventana veo las estrellas y la luna llena, pido con fuerza que voltees a verlas también, para que haya un resplandor que sea mensajero del inmenso deseo que siento en ese momento de verte y tocar tus manos.

En más de una ocasión he escuchado el cuestionamiento de porqué reprimo las ganas de besarte cuando estás cerca, pero ignoran lo que apreció más de tenerte a mi lado. No saben de la emoción en mi pecho cundo me platicas de tu pasado y tu futuro; desconocen la sensación en mi piel de tus abrazos o el eco que permanece en mi pecho cuando cantas. Estoy segura que no saben de tus gestos cuando te molesta algo o de tu preocupación por crecer. Apostaría por que no ven tus caras cuando comes y no sabrían distinguir entre todas las formas que tienes de sonreír.

No me asusta sentirme incomprendida, al contrario, este sentimiento no sería único si todos pudieran saber de lo que se trata. Pero verte triste, desanimado, preocupado, decepcionado… preferiría diez puñaladas.

Desearía tanto encontrar la fórmula que me permitiera crear esperanza y alegría. Me da un coraje enorme no saber de herbolaria y hallar la planta adecuada para preparar un té de consuelo. Quisiera aprender alquimia y así descubrir la perfecta combinación entre misticismo, física y metalurgia, para obtener el metal que cure un corazón herido.

Ojalá supiera algo de medicina, que me diera la oportunidad de recetar pastillas de olvido y jarabe de paciencia. Pagaría por un curso de tarot, que me dejara leerte las cartas y estuvieras seguro del futuro brillante que ya veo sin una bola de cristal.

Pero no tengo nada de eso amor, sólo me dejaron un par de brazos abiertos para ti. Nada más cuento con un par de oídos dispuestos a ser depositarios de tus penas y secretos, dos ojos en que puedes reflejarte y un corazón con una sala especial, una que en el centro tiene un letrero con tu nombre y abajo un posdata que dice “Te amo”. Quizá es poco, pero es todo para ti.

Te quiero mucho,

Ruth

No soy tan mala...  

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No soy buena para escribir cuando estoy de mal humor.

No soy buena para controlar mis impulsos cuando siento que los celos me enloquecen.

No soy buena para decir lo siento cuando sé que me equivoqué.

No soy buena para escribir canciones.

No soy buena para hacer poemas ni para sonreír de una forma deslumbrante y cautivadora.

No soy buena para resolver cuestionarios ni soy buena para dormir diez horas continuas.

No soy buena para dejarte de amarte ni para evitar pensar en ti a cada minuto.

Pero aún hay cosas para las que creo que no soy tan mala…

No soy tan mala para darme cuenta del hombre maravilloso y contradictorio que eres.

No soy tan mala para perdonar tus debilidades y engrandecer tus logros.

No soy tan mala para escribir cien veces tu nombre en las nubes y que cada uno te diga en donde estés que te quiero… aunque creo que no los sabes leer.

No soy tan mala para nombrarte cada que despierto y cada que cierro los ojos.

No soy tan mala para guardar tu aroma en mi mente y que en conjunto con tu sonrisa sean la imagen que me alegran el día.

No soy tan mala para desear que la gente vea lo lindo que sonríes.
No soy tan mala para entender que aunque estés a un lado puedes encontrarte muy lejos… o para sentirte cerca aún los días que estás a kilómetros.

No soy tan mala para mantener en mi mente los sueños que compartes conmigo y desear cada segundo que se realicen… y que me dejes ser testigo.

No soy tan mala para saber que si llegaste aquí no es por casualidad, sino por que algo teníamos que compartir… aunque sólo sea un instante.

No soy tan mala para leer en tus labios la dulzura que escondes.

No soy tan mala para saber que si explotas es porque el mar de emociones que te conforman no es estático y la ternura debe tener un contrapeso de vez en cuando.

No soy tan mala para saber que lograrás ser lo que sueñas ser y no te atreves a visualizar.

No soy tan mala para saber que si estás hoy conmigo, es porque de algo ha servido no ser buena para todo.

El miedo a los animales, Enrique Serna  

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Si Enrique Serna buscó crear un ambiente de desolación, un mundo de justicia tardía o inexistente, en donde el héroe solitario lucha solo contra el mundo sin la más mínima posibilidad de triunfo, definitivamente lo consiguió en el libro El miedo a los animales.

Evaristo Reyes, un ex reportero de la nota roja, es el personaje central de la novela de Serna, un hombre sin fortuna ni suerte que por azares del destino, malas decisiones y la podredumbre de los mundos de los que se rodea –el de la policía judicial y el del periodismo cultural- lo llevan a involucrarse con el asesinato de un periodista y cuya resolución es la única forma de mostrar su inocencia.

La novela, publicada por primera vez en 1995, se inserta en un género que le permite explotar el conflicto hasta sus últimas consecuencias: la novela negra. “En México, al igual que en Hispanoamérica, la novela policial negra cobra auge a partir de los años setenta, porque es el espacio en el que se puede dar cuenta del descontento social y de la desilusión generados por la ausencia de límites claros de la ley”.

Y es justo eso lo que el lector puede palpar en el texto del también autor de Amores de segunda mano (1993), ya que el género que elige le permite explorar las entrañas de la más sórdida corrupción de un ambiente que socialmente podría pensarse lúdico e idealista pero que como sucede en todos los estratos de la sociedad, está dominado por la putrefacción de los intereses personales sobre el bien común.

Con un argumento que tiene como eje central la resolución de un asesinato, Enrique Serna presenta una serie de personajes inusuales, egoístas, vanidosos, con el único propósito de sobresalir en el medio profesional en que se desenvuelven.

Evaristo, quien de ser reportero entra a trabajar a la Policía Judicial bajo las órdenes de un autoritario y cruel comandante –Maytorena-, se envicia con la facilidad con que obtiene dinero y mujeres con las corruptelas de sus superiores y se convierte en escalón más de la sociedad que protege a los altos funcionarios, cuidando la espalda del presidente y sus allegados.

Tras un repentino ataque de moralina, Evaristo decide romper las reglas del juego que había aceptado jugar y tras una nota que descubre Maytorena, en la que una crítica al gobierno del presidente en turno es la sentencia fatídica de un colega periodista, y se propone salvar la vida de su compañero y advertirle del peligro. Cuando éste aparece asesinado y las circunstancias lo señalan como el responsable, el protagonista debe no sólo desentrañar la verdad, sino salvar su propia libertad.

Este subgénero de los textos policiacos, tiene como principales características la sensación de falta de justicia, una atmósfera de desigualdad exasperante, de inseguridad, de violencia constante, que se ve bien representada en las múltiples ocasiones en que el personaje, víctima de fatídicas circunstancias, ve cada vez más lejos la posibilidad no sólo de resolver el crimen sino de probar su inocencia.

Contada en tercera persona, “Serna explora dos ambientes en apariencia totalmente distintos, el de la policía judicial y el de los intelectuales, y a través de ellos construye un espectro en el que se reconocen los conflictos sociales y políticos que confluyen en la ciudad de México en la década de los noventa”.

Si tomamos en cuenta que la novela negra agrega el factor de violencia a las características propias de las novelas policiacas, su propia serie de particulares como el que los crímenes los desencadene las debilidades humanas, como la rabia, las pasiones, la avaricia, o la venganza y el ansia de poder que se reflejan en este texto en donde poco a poco se desmantela la idealización del mundo de los intelectuales para dar paso a la imagen real en la que las criticas infundadas, el interés, las relaciones de poder y sobre todo la necesidad de ser más que el otro, domina a todos los que interactúan en él.

Evaristo Reyes encaja perfectamente en el perfil del héroe de la novela negra, en que los rasgos principales del personaje principal son ser “duro, solitario, aventurero, desconfiado de los demás, desdichado, y crítico del entorno social, a diferencia del detective del género policial clásico: elitista, fino, privilegiado socialmente y desentendido de los problemas sociales” , lo que permite que el deseo por que se sepa la verdad y por mostrar al mundo la corrupción en la policía y la hipocresía del mundo literario, justifican las acciones de la figura principal.

Con un uso evidente de diálogos, que permite a Serna que el lector se involucre más con la desesperanza en que va cayendo el héroe de la trama, se emplea un lenguaje rudo, violento, desencarnado que asoma a quien está leyendo la novela al ambiente real del subordinado de un comandante de policía corrupto y sanguinario, alcohólico e incapaz de hacer algo que contravenga a los intereses de sus superiores que entra a un ambiente de oposición –el literario- en el que se encuentra con la misma clase de seres oscuros que buscan nada más el progreso personal.

El propio Serna, que en 1999 escribe El seductor de la patria, dice a cerca de este género, que “el autor de una novela negra se propone escudriñar la mente criminal, sin partir de condenas o absoluciones previas, corre el riesgo de caer en la incomprensión o en la apología de los asesinos, ya sea por un exceso de distancia crítica o por carecer totalmente de ella”

Quizá es una de las carencias de la novela, que no desentraña las razones del criminal y más bien nos desdibuja al asesino cada que uno de los sospechosos es descartado de la lista de Evaristo, dejando como el verdadero criminal a alguien que durante la novela no presenta ni sombra de motivo que indique al lector que es el culpable, al contrario, Serna complica tanto la trama y la lleva tan a lo inverosímil en algunas situaciones, que la resolución del conflicto se convierte en lo único que el lector puede esperar del final de la novela.

La dualidad del personaje principal, en la que es el detective y a la vez víctima del conflicto, ve un poco de esperanza en el personaje de Dora Elsa, una mujer inserta en el mismo ambiente podrido pero que representa una puerta de escape y la motivación que necesita ante la desilusión del ambiente que va desentrañando a lo largo de la novela.

Sin embargo, la muerte de Dora Elsa lo regresa a la realidad, pues la novela negra no se caracteriza por un final feliz y le hace tomar conciencia de que no puede salir bien librado después haber estado quince años en un mundo sórdido y corrupto.

“Su principal error [dice el narrador] había sido creer que después de reptar por más de quince años en las cloacas de la judicial, podía salir a la superficie oliendo a rosas y enamorarse de una mujer sin hacerle daño… La muerte de Dora Elsa lo había devuelto drásticamente al inframundo del que había intentado huir, ahora en calidad de víctima”.

Si bien la novela negra no es el paraíso de los románticos amantes de los finales “y vivieron felices para siempre…”, si es la oportunidad que tiene el escritor mexicano, de mostrar el lado vulnerable y corruptible del ser humano, el lado débil y real de una sociedad consumida por el interés personal.

¿Se corrige el estilo?  

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El corrector de estilo es como tal, una profesión que deviene del estudio de la comunicación, pero ¿Se puede realmente corregir el estilo de un periodista? ¿Está autorizada una persona para cambiar a su parecer un texto escrito por alguien más? ¿Qué parámetros son convenientes tomar en cuenta para hacer las correcciones de un texto?
A lo largo del curso de Taller de corrección de originales, si algo me ha quedado claro es que el estilo es personal y sin tener una definición exacta e imponderable, se refiere a la manera en que el periodista emplea el lenguaje para transmitir sus ideas. Es el sello personal que imprime en sus textos y que le facilita el reconocimiento de su forma de hacer su trabajo, aquello que lo identifica y diferencia de otro escritor.
Octavio Paz aseguraba que el estilo es algo que podemos adquirir imitando el de alguien más, que es ensayando la forma de escribir de quien admiremos sería una forma sencilla de adquirir un sello propio. Es verdad que tomando un molde y puliendo los aspectos que nosotros adaptemos a nuestra forma de escribir, es una manera de adquirir el estilo, pero fundamentalmente lo es la práctica.
Sin embargo, y aunque el estilo es libre y la búsqueda del mismo puede fomentar la creatividad, hay estándares inamovibles que el pretexto de escribir “a mi manera”, no es admisible. La sintaxis, la utilización correcta del léxico y la puntuación y ortografía son elementos vitales para distinguir un estilo propio y no saber redactar.
Aunque en la actualidad los textos periodísticos y literarios tengan barreras difusas y flexibles, hay características que el periodista, sea cual sea su forma de contar las cosas, no puede pasar por alto. Por ejemplo, la claridad del lenguaje, la concisión y la precisión de la información, que le impone ciertas barreras, como la brevedad de los textos.
En la búsqueda de la mejor forma de hacer llegar al lector la información, el periodista se hace de distintas herramientas para competir contra todos los demás que están diciendo lo mismo, y donde lo importante es quién lo diga primero. Por lo mismo, la primicia de la información ha derivado en la creación de estilos en donde el periodista dice mal la información.
La coherencia de un texto, la organización, el uso correcto de cada término, son elementos vitales para el buen escribir, pero en la actualidad no es el objetivo primordial.
Retomemos pues aquellos aspectos que no deben dejarse de lado cuando se adopta cualquier estilo –rasgo distintivo de los textos de un autor-. La sintaxis, o la forma en que se construye o se teje un texto son fundamentales para que el mensaje llegue correctamente al receptor. En periodismo, por ejemplo, las frases cortas siempre ayudaran más a la simplificación de ideas y por consiguiente a que sea más claro.
Si sabemos que un discurso es una macroestructura, que se compone de microestructuras que tendrían que ser los párrafos o incluso las oraciones que lo conforman, la construcción adecuada de cada una es necesaria para que el mensaje global se asimile.
Algunos consejos como usar pocas frases subordinadas, no hacer uso de complementos de tiempo al inicio de una frase o incluso darle prioridad a frases afirmativas en vez de negativas, sirven para que en la formación del estilo del autor, no se pierda la esencia del buen escribir.
Una persona que siempre redacta mal un texto, de cierta forma también impone un estilo, es su uso individual del lenguaje y el sentido que le otorga, sin embargo el que estos rasgos lo caractericen, de ninguna forma quiere decir que este bien empleado, por eso decimos que el estilo no está peleado con el saber o no redactar.
Otro aspecto a considerar antes de la obtención del estilo es el uso que se le da al léxico, la pragmática del lenguaje en la que es recomendable que el periodista use un lenguaje sencillo, con palabras comunes que acerquen a su lector al texto que le está haciendo llegar.
No se trata de ser vulgares o demasiado coloquiales, sólo de saber emplear las palabras y no adornar tanto los textos, que por querer lucirse terminen siendo incomprensibles. Entorpecer una lectura también incluye el hacer que el lector recurra a un diccionario cada renglón.
También el empleo de palabras muy grandes, como los gerundios o aquellas que terminan en –mente, hacen la lectura cansada y aunque signifique algo que distinga al autor de otro con un estilo similar, no es lo mejor para quien se acerca al texto, puede resultar tedioso y provocar que se termine abandonando el discurso.
Finalmente el uso de la puntuación y la correcta ortografía son medulares para un buen escrito. La obtención del estilo de ninguna forma es justificación de emplear mal alguna de las reglas, que si bien no establecen una forma cerrada de redactar, si son las bases necesarias para el uso correcto de la gramática.
Saber colocar el punto, la coma, punto y coma, dos puntos, guiones, etc. nos facilita la llegada del mensaje al autor, que no malinterprete nuestras ideas e incluso le imprime cierta intención a algunas ideas que podemos no poner de forma explícita pero con el uso de estos elementos poder dar a interpretar.
El estilo, es pues, el sello personal que se le da al texto cuando se escribe, pero incluso en esa libertad que tenemos de escribir en forma y fondo, existen aspectos que delimitan una buena forma de escribir, que facilitan el entendimiento y que establecen lineamientos necesarios para que un discurso cumpla su función. El buscar sobresalir entre los demás, no merece la etiqueta de hacerlo a cualquier precio.

Si lo pudiera "desmenuzar"...  

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Si lo pudiera "desmenuzar", diria que ...

... Tiene tantas ganas de comerse al mundo que parece que se ilumina cuando habla de sus planes.
... Tiene una sonrisa tan pícara que es imposible no contagiarse.
... Tiene unos ojos tan brillantes y una mirada tan cálida que hace que quien lo ve sienta un hoyo en el estómago.
... Tiene unas manos tan suaves, que calma las tempestades que provoca con unos cuantos roces.
... Tiene una inteligencia sorprendente, ordenada… pero la desperdicia con indecisiones y con sueños por los que no se anima a luchar.
... Dice cosas tan dulces como hirientes.
... Dice verdades tan grandes, como calla sentimientos profundos.
... Tiene unos labios que causan adicción, pero que envenenan corazones y le inyectan el mortal líquido de la desesperanza y la confusión, aunque las gotas de pasión que le ponen disimulan el sabor y enganchan a la victima.
... Sabe abrazar de una forma tan dulce y tan comprensiva que uno quisiera adherirse a su cuerpo toda la vida… pero hay días en que el espacio está demasiado ocupado.
... Tiene la voz más provocadora que yo conozca, una que es capaz de erizar la piel y de llevar a la luna.
... Sus ganas de aprender causan admiración, pero la inconstancia lo hace débil.
... Dice que es frio e insensible, pero la ternura de sus palabras y el calor de sus consuelos hacen parecer que más bien es miedo.
... Es un géminis y como tal tiene dos lados, uno que parece cruel e indefinido, uno por el que lo tachan de inconsciente y despreocupado, pero oculta bien el lado que domina, en el que aun hay nobleza, el que lo hace preocupado por su familia, el que le transparenta la mirada cuando da un beso en la frente o el que lo delata cuando habla orgulloso de sus amigos y sus amores.
... Aparenta cinismo… tal vez lo tiene, aunque a ratos creo que es más sinceridad poco sutil que desfachatez.
... Es un seductor incorregible, un dicharachero, un hombre coqueto y tenaz.
... Es un niño audaz, capaz en muchos sentidos, soñador, amante de la música, persistente, incapaz de tocar el sol sino está seguro que no va a quemarse.
... A veces es distraído, pero tiene buena memoria.
... Es el hombre más divertido e inteligente que conozca, tiene el don de hacer sentir bien aunque a veces eso se vuelva el riesgo más grande cuando su contraparte domina y parece que se vuelve egoísta.
... Es un excelente amigo, un hombre con ilusiones, un niño rebelde, un corazón con pies, un luchador, un enamorado, un ser humano increíble, con tantos defectos como virtudes, con sueños, con promesas rotas y con cicatrices que lo hacen crecer.
... Quizá no es el mejor hombre del mundo, pero ¿quién quiere a un hombre perfecto cuando uno de carne y hueso te hace sentir la persona más increíblemente feliz del planeta?
... Los príncipes son de los cuentos, los hombres como él, son para el mundo real… para mi mundo real.

A Propósito del Centenario, mi vida: Francisco Lagos Cházaro  

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En contra de toda costumbre de este blog, pero a nombre del orgullo que me da el avance de mis alumnos en clase, he decidido compartir con ustedes un texto de un chico que me sorprende cada día con sus ganas de aprender y escribir mejor.
Quienes se dedican a cualquier actividad que tenga que ver con la docencia, sabrá lo complicado que es en ocasiones lograr trasnmitir ese ánimo a los alumnos y que tengan ganas de avanzar en su formación. Héctor Fiesco, el autor de este texto, es un ejemplo de tenacidad y de astucia para aprovechar los recursos que se le proporcionan en un salón de clases.
No quiero dar mucho preámbulo, es necesario decir que al ser este chico de segundo semestre, aún hay muchas mejoras que pueden hacersele a su trabajo, pero en verdad esta biografía de un personaje de la Revolución, a propósito del tan sonado Centenario, me pareció un trabajo bien hecho, fluido y con la calidad necesaria para mostrárselos a ustedes. Acá se los dejo!
En el seno de la segunda familia más rica de Tlacotalpan fui concebido el 30 de septiembre de 1878; no me gustaba la escuela, al menos no tanto como a mi tío y ejemplo Miguel Z. Cházaro –pedagogo, quien dentro del legado que le dejó a Tlacotalpan está el colegio preparatoriano-; a pesar de eso terminé mis estudios básicos, entré a la preparatoria y descubrí que lo mío era la jurisprudencia, así que decidí estudiar Leyes pero por causas del destino empecé la carrera en mi estado natal, Veracruz, después me vi en la necesidad de cambiar de residencia a Puebla y por último a México –hoy día, conocido como Distrito Federal-.

Mientras terminaba mis estudios preparatorianos, en 1896 Porfirio Díaz Miró organizó el levantamiento contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada desde mi ciudad, que en ese entonces se llamaba Tlacotalpan de Porfirio Díaz. Pasaron 13 años de aquel levantamiento (1909), tenía 31 años y estaba sediento de participación en la vida política de mi país, así que decidí unirme al Partido Antirreleccionista y con el triunfo de Madero fui síndico del Ayuntamiento de Córdoba (1911).

Un año después fueron las elecciones en el estado y me lancé como candidato a la gubernatura de Veracruz, afortunadamente gané y tomé posesión pero sólo pude gestionar 4 meses, ya que el asesinato de Francisco I. Madero me obligó a marchar hacia Saltillo para ponerme bajo las órdenes de Venustiano Carranza, quién me nombró presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Coahuila, también fue un paso efímero en mi carrera debido al rompimiento de los líderes revolucionarios.

Decidí mudarme a Chihuahua y unirme a la causa villista, ahí probé suerte en otra rama profesional, el periodismo, no me dediqué a escribir pero si a dirigir el diario Vida Nueva. En 1914 dejé el periódico y la ciudad fronteriza para asistir a la Convención de Aguascalientes, ahí estuvieron presentes todas las partes del movimiento revolucionario en México y fungí como secretario del general Roque González Garza, quien subió a la presidencia de la república pero meses después desertó.

El 10 de junio de 1915 y después de la renuncia del general González Garza, ocupé la silla presidencial –lo cual no fue nada fácil, dado que había un clima en donde prevalecían el hambre, las epidemias y la especulación- rodeado de funcionarios zapatistas que no me dejaron desarrollar mi gobierno como habría deseado. Con la amenaza de los simpatizantes carrancistas y Obregón avanzando por el bajío me vi en la penosa necesidad de trasladar la sede de mi gobierno a Toluca y después a Cuernavaca.

Durante mi gestión aprobé el “Programa de reformas políticas y sociales de la revolución” que no logró materializarse, pues poco después de aprobado, la asamblea se disolvió por diferencias ideológicas. La situación se fue agudizando cada día más y el 10 de octubre de 1915 tuve que dejar la presidencia en manos de Venustiano Carranza, intenté incorporarme al frente de Francisco Villa pero esta vez me fue imposible. La única solución que tuve fue zarpar de Manzanillo en busca de un futuro más promisorio y tranquilo.

Viví en Honduras, Costa Rica y Nicaragua hasta 1920 cuando decidí volver, esta vez para quedarme, me instalé en México y comía gracias a la abogacía hasta el 8 de octubre de 1932, que dejé de ejercerla.

Según los pocos historiadores que me han nombrado, mi fin llegó el 13 de noviembre de ese mismo año a los 54 años de edad.

En honor a mí hay varias calles con mi nombre, una ubicada en la colonia el mirador en Xalapa, Veracruz, otra en Nezahualcóyotl y la última en Monterrey, Nuevo León.

Si yo...  

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Si tuviera suficiente imaginación te escribiría un poema que sintetizara en un par de versos la sensación que me invade cuando te escucho hablar… aunque a veces digas cosas que me hieren.

Si tuviera una buena técnica, filmaría una película que te mostrara la felicidad que se forma en cada uno de mis poros cuando estás cerca. Aunque a veces tu imagen me robe madrugadas y me inunde días con lágrimas.

Si supiera pintar, pondría en un lienzo las mariposas que invaden mi estómago y mi corazón cuando te acercas y cuando sonríes… aunque a veces se conviertan en dragones que lanzan fuego traducido en celos e inseguridad.

Si supiera volar, iría al fin del mundo, donde encontrara la flor que con su aroma te dijera lo que siento en tus miradas, lo que me transmiten tus ojos, el tintineo que sólo yo escucho con tu voz y que puede llevarme al cielo o quitarme la sonrisa durante horas.

Si pudiera inventar un idioma, crearía uno que sólo tú entendieras, que te contara las noches que te veo siendo feliz, que te tradujera lo que las lunas que me han visto suspirar por ti pudieran contarte, que te explicara lo que mi corazón grita cada que palpita tu nombre… y que pusiera una etiqueta para esto que siento y que ya no tiene nomenclatura.

Si tuviera un poder mágico, no sabría qué don escoger. Pensaría primero en congelar el tiempo, para que los minutos que estás conmigo se conservaran intactos aunque fuera unos segundos más. Después no sabría si mejor elegir leer la mente, para saber si las cosquillas que invaden mi piel con la tuya cerca, son compartidas o sólo la ilusión de un momento.

Si me dieran la oportunidad de desaparecer un sentimiento, elegiría extinguir el miedo, porque asfixia la idea de que te alejes, aunque a veces parezca lo mejor; porque duele saberte ajeno, aunque siempre lo haya sabido; porque el temblor frente a la indiferencia es una tortura tan grande que opacan las ganas de seguir luchando.

Si pudiera elegir cambiar algo de ti, renunciaría a ese derecho, porque aunque haya tantas cosas que no comprendo, porque hay mil pretextos que no creo, porque hay fibras que no sé conquistar, son justo las cosas que menos hubiera pedido de ti, las que te hacen tan especial e indispensable, las que me alegran y me enganchan… las que admiro y envidio.

Te quiero es algo que ya no es necesario que diga, porque mi piel lo grita sin pedir permiso. Decir te extraño sonaría extraño, porque de cierta forma siempre hay algo de ti conmigo.

OFUNAM lleva música a las “Islas”  

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  • Orquesta Filarmónica de la UNAM recibe periodo vacacional con concierto para alumnos
  • El concierto fue el cierre de la gira Mírate en la OFUNAM


Con un recibimiento poco usual en este tipo de presentaciones, la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, cerró su gira Mírate en la OFUNAM, el pasado viernes 26 de marzo, como entrada al periodo vacacional de semana santa.
Con un escenario patrimonio cultural de la humanidad, el recital de música clásica comenzó en punto de las once de la mañana y en poco tiempo congregó a tantos estudiantes y curiosos, que las Islas de ciudad Universitaria parecían el templete de un gran concierto de rock. Sentados en el pasto, en las bancas de las facultades aledañas, los jóvenes asistentes disfrutaron de más de una hora de repertorio musical.
Bajo la batuta de su director asistente, Rodrigo Macías, las notas de La entrada de la reina de Saba, de Salomón, de Georg Friedrich Händel y la Obertura de El barbero de Sevilla se inauguró el concierto que mantuvo a muchos inmóviles del asiento que consiguieron o improvisaron.
Sentados en sus chamarras, en el pasto, comiendo paletas o parados por no hallar un espacio suficiente para acomodarse, los asistentes continuaron con el recital que por momentos parecía una clase de música. Entre cada interpretación, el director ejecutivo de la OFUNAM, Alejandro Guzmán Rojas, daba explicaciones breves a los escuchas y hasta señaló los distintos tipos de instrumentos que componían la Orquesta y los tonos en que debían afinar.
Entre las notas de Bésame mucho –de la fallecida Consuelo Velázquez- y la entonación de las Danzas Cubanas del compositor Mario Ruíz Armengol, el espacio de las Islas de CU iba llenándose, al punto que al final del concierto parecía una verdadera multitud.
El escenario, colocado a espaldas de la Torre de Humanidades y el primero que se ofrece en ese espacio de la Universidad, se llenó de sonoridad y vibración cuando la Orquesta tocó el Huapango de Juan Pablo Moncayo, que colmó de entusiasmo y alegría a los asistentes que en seguida reconocieron las notas que lo componen.
Llegando al medio día, con el sol en su punto más alto y el calor acompañando la música de esa tarde, el concierto finalizó, no sin que el coro de “Otra, otra” consiguiera que la OFUNAM interpretara de nuevo el famoso Huapango e incluso cerrara con una pieza más que dejó a los alumnos con ganas de una segunda parte.
“Es nuestra voluntad que estemos en sus patios, sus auditorios, sus jardines. Ustedes son el público más importante, porque esta orquesta nació para ustedes, son nuestro bien más preciado”, aseguró el joven director –que recibió más de un chiflido a modo de piropo- que interrumpido por un tradicional Goya¸ dio por terminado el conmovedor encuentro de estudiantes con la música.
El próximo concierto de esta orquesta será para reabrir las puertas de la Sala Netzahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, el sábado 10 de Abril, con la participación del tenor Ramón Vargas, concluyendo así los cuatro meses de remodelación de la Sala de conciertos más importante del país.

La Semana Santa en Oaxaca  

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La celebración de la Semana Santa no tiene una fecha determinada. Un miércoles entre el 4 de febrero y el 10 de marzo da inicio a la Cuaresma, que antecede a la Semana mayor, y es llamado miércoles de ceniza por ser el símbolo de la condición pecadora del hombre y de su posibilidad de redención.

Oaxaca es un estado con tradición. De las 32 entidades federativas de la república mexicana, es quizá de las más ricas en costumbres litúrgicas y en la demostración del arte popular y las celebraciones católicas. Ubicado en el extremo suroeste del istmo de Tehuantepec, es el quinto estado más grande por extensión territorial y por supuesto, una fecha tan importante para la Iglesia católica, como la Semana Santa no pasa desapercibida.

Como una de las conmemoraciones anuales más importantes del catolicismo, la Semana Santa, conlleva la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, Jesús de Nazaret que para la religión de la que se habla es el hijo de Dios y que en otras, como en la mormona, se trata de uno de los mayores profetas de la historia de la religión.

Como término de la época de Pascua, o Cuaresma, Oaxaca guarda muchas de las tradiciones que se conmemoran en todo el país. Lugares como Chiapas, o Iztapalapa en el Distrito Federal, reviven las festividades eclesiásticas con las representaciones reales. Durante meses anteriores a la Semana Mayor, algunos habitantes de la población actúan los pasajes bíblicos y atraen a los demás colonos y a los turistas que aprovechan la época vacacional para conocer la región.

En Oaxaca algunas de las tradiciones durante la Cuaresma son los viernes del Llano, que se dan todos los viernes dentro de los cuarenta días. Esa fecha es aprovechada por los jóvenes casaderos del lugar que se reúnen en un famoso parque del centro histórico del estado, llamado El Parque del Llano, y llevan flores como claveles, jazmines y rosas, para regalarlas a las mujeres solteras que pasan por ahí.

Con el acompañamiento de la Banda de música del estado o quizá por alguna de las muchas estudiantinas que en provincia son comunes, esta tradición ha unido a muchas de las parejas actuales del lugar. Un monumento de Benito Juárez –cuyo nombre se puede observar en muchos lugares de esa entidad federativa- y las estatuas de leones que recuerdan la época en que el parque fue zoológico, son algunos elementos del romántico escenario.

El Viernes de la Samaritana es otra de las peculiares tradiciones oaxaqueñas. Basándose en el aquél pasaje bíblico en que una mujer da de beber de un pozo a Jesús de Nazaret en la ciudad de Sicar, en casi todos los templos y mercados del lugar, el cuarto viernes de cuaresma se adornan puestos en donde se regalan aguas de sabores.

En esos puestos, que como es normal en el estado con las artesanías de alebrijes y los vestidos típicos, los colores predominan y el papel china sirve de vestimenta para la palma y el carrizo del que están hechos los pedestales donde se pone el agua que se regala. La gente suele ir por un vaso del líquido porque creen que les representa abundancia durante todo el año.

El sexto viernes de la misma época, es conocido en muchos lugares como el Viernes de Dolores. Antecediendo a la semana mayor, los oaxaqueños acostumbran poner un gran altar revestido de manteles y túnicas moradas –que indican el luto por la muerte del hijo de Dios- tanto en templos como en algunas casas particulares.

Como una conmemoración del dolor de María, -la Virgen María- los altares están adornados con macetas de barro que ellos mismos moldean y a las que dan forma de copa. Semanas antes de la fecha especial, los hombres y mujeres del lugar siembran trigo, lentejas y maíz, para que luzcan el día correspondiente.

También suelen tejer coronas de palma, adornos que ellos llaman “coranas de cucharilla” y que se toman como una alegoría a la Virgen de Guadalupe. Toda la gente del lugar se para por esos altares, se persigna y comparte una oración en la casa o templo en que está colocado el retablo. Adornado con azucenas y con otras hierbas de olor como laurel y romero, el altar también ofrece siete esferas de cristal que simbolizan los siete dolores de la Virgen.

Con estos rituales de preparación para la semana mayor, se llega al domingo de ramos, en que como en muchos otros lugares del país, se hacen arreglos con hoja de palma, que se llevan a las iglesias a bendecir y se ocupan en “La procesión de las Palmas”, recordando aquél pasaje en que Jesús entra triunfante a Jerusalén.

La semana mayor está conformada por los siete días de la semana, en que el lunes se conmemora la unción de Jesús en casa de Lázaro y el momento en que expulsa a los mercaderes del templo; el martes, en que anticipa la traición de Judas, uno de los doce apóstoles y la negación del apóstol Pedro a su persona y el miércoles en que Judas conspira para traicionarlo por treinta monedas de plata.

Sin embargo, los días conocidos como Triduo Pascual –jueves y viernes santo, sábado de gloria y domingo de resurrección- son los más importantes para la comunidad católica en el mundo. El Jueves Santo la tradición en Oaxaca no es muy distinta que en otros lugares. Se hace una misa en donde se conmemora el lavatorio de pies, que Jesús hizo a sus apóstoles como muestra de humildad. En algunos templos es común que el sacerdote represente este pasaje de la historia religiosa con doce asistentes o miembros de algún grupo de la iglesia, jóvenes por lo general.

El viernes Santo, el día de la crucifixión, es quizá el más representativo. En lugares como San José Chiltepec, Tuxtepec, Oaxaca, se celebra con personas representando el pasaje bíblico. Como en Iztapalapa, se realiza el viacrucis –que recuerda el camino de Cristo a la cruz- que termina en el atrio de la Iglesia donde quien tiene el papel de Cristo termina en la cruz, pero jamás es clavado de forma real.

Ese mismo día, en la noche, se da la procesión del silencio, en donde la gente se viste de negro y acompañados por el tambor y la chirimía, la gente camina hasta la iglesia en completo silencio. En Oaxaca es común que la gente acuda a la Parroquia de la preciosa sangre de Cristo.

La gente del estado de Oaxaca es muy religiosa y devota. Estas fechas no sólo son importantes por la afluencia de turistas, sino por la relevancia que reviste la festividad católica. La mayor parte de los habitantes acuden a las misas y a las procesiones, más por tradición que por creencia. Los colores morado negro y dorado, son los más comunes. La forma de celebrar la semana mayor no es muy distinta a otros lugares, pero sin duda comer una tlayuda o una empanada de amarillo después de las misas, hacen toda la diferencia.

El pilar más importante  

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No sé si mi familia sea exactamente un buen ejemplo de institución social. El destino es bromista y creo que la conjunción de las personas que son el núcleo de mi vida fue más azar que planeación. Quizá debería empezar como todo el mundo, contando sobre mi padre y madre, pero no puede comenzar como todos, lo que es arroz de otro costal.

En mi casa vivimos ocho personas. Mis abuelos maternos, pese al disgusto que seguro les causó, decidieron acoger a mi madre y sus cuatro hijos, dándoles techo y educación… aunque ese techo esté en Ojo de Agua, un fraccionamiento del municipio de Tecámac, Estado de México.

Ellos, Emma Román y Francisco Muñiz, son el pilar de mi familia, aunque antes y después de ellos haya también miembros fundamentales. El que se conocieran es sin duda un capricho del destino.

Ella tenía 15 años, vivía en un pueblo del estado de Guerrero, Los Sauces, y provenía de una numerosa familia con padres estrictos y dedicados a hacer pan y chocolate. Él nació 19 años antes que ella y se crió en Michoacán. Su carácter reacio y seco, formado por la dura vida del trabajo en el campo, fue quizá el factor de atracción ante una joven que comenzaba a vivir.

Dos estados distintos, una generación de edad que los separaba, pero un día, cuando ambos decidieron que la vida en provincia no llenaba sus expectativas, viajaron al Distrito Federal y sin saber lo que hallarían, se conocieron y comenzaron a contar mi historia, la de mi familia, tan sui generis como tradicional.

No son muy abiertos para platicar sobre el inicio de su relación, mi abuelo, un hombre moreno, de facciones marcadas, de tez morena acentuada por el sol que lo veía trabajar hasta el cansancio y un cabello ondulado y cano, ha opinado siempre que las cosas de pareja se tratan de la puerta de la recámara para adentro… aunque su voz es tan fuerte que la puerta cerrada no ha sido nunca impedimento para saber de las discusiones y de los arreglos.

Mi abuela en cambio, una mujer regordeta, de estatura pequeña, blanca como la leche y con una sonrisa pintada siempre en el rostro, es una romántica empedernida que quisiera contarle al mundo entero que el día que mi abuelo decidió hacerla la mujer de su vida, lo hizo al ritmo de “Motivos” y “Cielo rojo”, cantando como quizá no volvió a hacerlo nunca más.

Los detalles de la boda no creo que lo sepa nadie de sus hijos o nietos, pero las fotos que lo prueban han adornado el pasillo y estancia de la casa, desde hace 40 años en que la casa de Ojo de Agua se convirtió en el refugio de sus vidas.

Mi abuela era muy joven, pero no tardó mucho en embarazarse. Francisco Javier nació cuando ella tenía 17 años y Francisco 37. De ese embarazo no descansaron hasta completar rápido la numerosa descendencia. Un año después nació José Antonio, cuyo embarazo –relata mi abuela- fue el más tranquilo, pero que un coraje a los siete meses de embarazo provocó un parto prematuro y complicaciones que resultaron en la parálisis cerebral del bebé.

El impacto fue grande, sobre todo para Emma que era una mujer joven y sin experiencia, pero la fortaleza de ambos les permitió salir adelante pese a que el diagnóstico era que el pequeño Tony no viviría más de ocho años. El año pasado celebramos su cumpleaños 41, porque las predicciones médicas son nada para la vida que nos da sorpresas.

A pesar de la situación delicada del segundo hijo, ellos continuaron con la labor de la formación familiar y como si no hubieran esperado más que la cuarentena, un año después nació el tercer hijo varón: Fernando. No podían ya romper con lo que era una tradición, así que un año después del tercer parto, llegó por fin la niña: Elizabeth, mi mamá.

Como era natural hubo que ponerse a trabajar muy duro. Mi abuelo llegó a la ciudad a los 20 años e ingresó a la primaria, porque en el rancho “Los ciruelos”, en Michoacán, el estudiar era un lujo que su familia no podía darse, pero que él no soltó nunca. Para cuando tenía a su familia completa, Francisco ya era un contador ejerciendo, un trabajador del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Mi abuela, que sólo sabía de cuidar gallinas y hacer pan de muerto, decidió que lo mejor era consagrarse a criar a los hijos, como le inculcaron que debe hacer “una buena esposa”, además los cuidados que el tío Tony necesitaba, la mantenían atada a casa.

Las familias de ambos eran muy numerosas. Emma tenía ocho hermanos, de los que ella era la tercera. Francisco el mayor de siete, el único de su padre al que mataron antes de que mi abuelo naciera. Todos, aunque de entidades federativas distintas, son gente humilde, de rancho, de campo, que vinieron a la capital apoyados siempre por “el primo Francisco”, que con su trabajo sacó adelante hijos, hermanos y primos.

La vida para ellos no ha sido sencilla. Todo lo que ahora poseen es el fruto de muchos años de trabajo y dedicación. Son de un pensamiento más tradicional del que a mí me gustaría que fueran, pero el ejemplo de constancia y rectitud han formado mis ganas de salir adelante por méritos propios, con trabajo y no con favores.

Mi tío Javier, moreno y de gesto serio como mi abuelo, se convirtió en Ingeniero en Telecomunicaciones y se casó con una compañera de la carrera, Consuelo Márquez, con quien formó una familia que me regaló tres primos.

Fernando no está casado pero encontró la mujer que domara el carácter rebelde que siempre lo caracterizó. Adriana, su mujer, le dio dos hijas que son su adoración y los miembros más pequeños de mi familia.

Tony, como de cariño lo he llamado siempre, no se casará jamás pero vive con nosotros como el octavo miembro de la casa. Su inteligencia sorprende a más de uno que no logra entender como el amor que le tiene a la vida lo ha mantenido activo más tiempo del que se le pronosticaba. Estoy convencida que la casa sin él sería un desastre, pues es el encargado de mantenerla en orden y unida.

Mi mamá fue la primera en convertir en abuelos a Emma y Francisco, lo que por la juventud de ella no les causó gracia alguna… sí, yo fui esa bebé que llegó a la familia en circunstancias tan complicadas como lo ha sido siempre mi vida personal.

Mi papá, Marco Antonio Muñoz, es once años mayor que mi mamá, divorciado y con tres hijas mayores que yo a las que creo que jamás conoceré. No sé bien cómo se habrán dado las cosas, pero a juzgar por la estructura de lo que podría ser un exitoso melodrama de televisión, imagino que para nadie fue un embarazo placentero.

Mi mamá no se casó con mi papá pero continuaron juntos, tanto que de esa relación nacieron mis tres hermanos: Berenice de 19 años, Fernanda de 16 y Marco Antonio de 14. Fue hasta que nació mi hermana Berenice –la más apegada a mi mamá y quien tiene más carácter de hermana mayor- que mis padres decidieron casarse. De nada ha servido ese papel, ellos no viven juntos.

Mi mamá trabaja de secretaria en la Universidad de Tecámac. Es una mujer guapa a la que no le faltan piropos nunca. De carácter fuerte y ojos muy grandes que imponen respeto y admiración, ha sido el ejemplo de que los errores de la vida no se lamentan, se aprende de ellos y se superan.

No puedo negar que la situación ha sido compleja y a veces hasta incómoda, pero pese a los problemas que los errores de cada miembro de la familia ha cometido, el amor, el respeto, la solidaridad, el trabajo y las ganas de seguir estando juntos, ha formado el pilar más fuerte que mantiene de pie a los Muñiz.

Mis papas no viven juntos, pero como fui criada más por mis abuelos que por ellos, el ejemplo de un matrimonio estable, comprometido con la semilla que sembraron, con más de cuarenta años juntos, es la motivación mayor para querer algún día compartir un proyecto de vida en común con alguien.

¿Cómo me gustaría que fuera mi pareja? Uy… es una pregunta complicada, con una respuesta tan cambiante como las experiencias que me han ido moldeando en ese terreno. Supongo que a los 15 años mi respuesta habría sido un hombre guapo e inteligente que aceptara que nuestra hija se llamara Adriana Joshavel.

Hoy creo que necesito a un hombre que sea comprensivo y respetuoso. Alguien que tenga un proyecto de vida firme, ganas de superarse y trabajar. Un hombre con los valores suficientes que respalden los problemas que la vida siempre trae consigo. Que disfrute de un café en la mañana, que llore con una novela cursi, pero que sea fuerte con los golpes del destino.

Quiero un compañero, un cómplice, un amigo. Una persona que se equivoque siempre para que siempre pueda aprender, pero que sepa reconocer sus defectos y los acepte como contrapeso de sus virtudes. No sé qué rostro tenga ni si lo acompañará un coche, lo que sé es que ese rostro debe tener siempre una sonrisa que acoja a la familia y lo vuelva el pilar más importante.

Los últimos héroes de la península  

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El diccionario de la Real Academia Española dice que triunfar significa quedar victorioso, tener éxito en lo que se emprende; hace 30 años Yucatán tuvo 5 rostros de triunfo prácticamente al mismo tiempo.

A manera de documental, José Manuel Cravioto emprende la travesía de traer a la memoria las glorias de 5 ex boxeadores, campeones mundiales, olvidados por la patria y el mundo del pugilismo. Cuatro de ellos campeones en peso mosca y uno en mini mosca, Miguel Canto, Guty Espadas, Freddie Castillo, Juan Herrera y Lupe Madera, exponen sus historias de éxito y de olvido en el primer documental producido totalmente por la UNAM.

Con el intercalo de escenas de las peleas de los 5 hombres protagonistas, el director egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos CUEC, encuentra su hilo conductor narrativo en voz del hombre que los hizo campeones, el ex entrenador Jesús Cholaín Rivero, que un día tuvo bajo su cargo a 3 campeones mundiales del boxeo mexicano y que da cuenta de la técnica boxística que estuvo a favor de la victoria de estos héroes.

Con una narrativa que incluye una crítica al olvido de quienes ponen nombre al deporte nacional, Cravioto exalta la disciplina y “el hambre de triunfo” que se conjuntó en estos 5 deportistas, cuyo empeño los llevó siempre un escalón más arriba.

El también director del documental El charro misterioso (2005), desempolvó la historia de un reportaje publicado en la revista Proceso, en donde Beatriz Pereyra, la autora, desentraña el presente de quienes durante su época de apogeo lo tuvieron todo, y ahora son dueños prácticamente del techo que los acoge y de lo más importante… la memoria de un ayer exitoso.

Iván Hernández, director de fotografía del documental, logra transmitir al espectador la nostalgia de glorias del pasado y la tristeza del olvido en el que “los últimos héroes mayas”, han permanecido durante los últimos 20 años. Regala escenas de gran representación, como aquella en que frente alas cuerdas del ring se encuentran lado a lado, Cholaín y Canto, quizá el más famoso de los protagonistas.

Mediante el recuento de sus inicios, hasta el relato de los errores que los llevaron al derroche y la miseria, el trabajo de Cravioto, enmarcado en el programa de operas primas del CUEC, deja constancia de una época dorada de un deporte que se ha dejado en el abandono, pero que hace décadas dio nombre y fama a muchos jóvenes deportistas que encontraron en él su modus vivendi.

Ayudados también por un ex comisionado del boxeo, Armando Casas y Ernesto Contreras, productores de la película, logran revivir la leyenda de hombres que por destino o casualidad, dieron nombre a Yucatán, poniéndola en el mapa del deporte mexicano como la cuna de campeones mundiales y grandes boxeadores.

“No hay nadie más solo en el mundo que un boxeador arriba del ring”, dice con nostalgia uno de ellos… Cravioto junta esas 4 soledades y las vuelve inmortales con el sello de la historia de hombres que fueron más que cinturones de victoria… hombres que son héroes.

Ficha Técnica
Los últimos héroes de la península
Productores: Ernesto Contreras y Armando Casas, Director: José Manuel Cravioto, Guión: J.M. Cravioto y Beatriz Pereyra, Productora: Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, México, 2008. Con: Miguel Canto, Guty Espadas, Freddie Castillo, Lupe Madera y Juan Herrera.

Aunque pasen cuarenta años  

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A veces te da en la madre, pero la vida, sin duda, sabia como es, da más vueltas que la rueda de la fortuna. La mayoría de las veces no comprendemos las estaciones en que nos baja; es difícil aceptar que todo tiene una razón y que las heridas son para soportar el dolor de una mayor que está a punto de abrirnos la piel… o el corazón.

Ayer pensé que todo lo que he pasado los últimos meses ha sido una estúpida broma del destino, una suerte de juego que me ha hecho derramar más lágrimas que en final de película dramática; me llegó a la mente lo absurdo que era fincar la confianza en sentimientos volátiles y en irremediables repeticiones, pero hoy comprendí que no.

Mis abuelos llevan más de cuarenta años juntos; todos los fines de semana que estoy en casa los escucho pelear una y otra vez, que sí el pollo no tiene suficiente caldo, que si la bastilla no está bien remendada, que si la mesa debería estar más limpia, etc... A veces me preguntaba por qué unir tu vida a quien te reclama algo nuevo cada mañana, por qué construir una vida con alguien tan distinto que desde el inicio dio atisbos de fragilidad emocional.

En la mañana, como no lo hace nunca, mi abuelo se levantó temprano y fue a comprar flores al mercado, las puso en un florero en la recámara que comparte con mi abuela y la despertó para que fueran a pasear al centro de la ciudad… ¡Qué mosco le picó!, pensamos todos… cuando mi abuela regresó con un anillo de compromiso en la mano, lo comprendí.

El amor es mucho más que momentos románticos, que besos dulces y apasionados; es mucho más que noches de aventura y risas conjuntas, amar es entregarle la vida al otro aunque no siempre marchen bien las cosas; amar es construir juntos y cumplir una promesa… ser uno, a pesar de todo.
Tardó cuarenta años en darle ese anillo de compromiso, pero lo que hubiera significado desde el inicio, el símbolo de la promesa de vivir juntos y amarse a pesar de las diferencias, eso lo ha cumplido a cabalidad siempre… No para que los demás lo notemos, sino porque lo hace feliz, porque estar con esa mujer es lo que mantiene viva la chispa en sus cansados ojos, qué suerte tienen, pensé… no todos saben encontrar el amor… y no todos ven que lo encontraron.

Inspiración  

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Los griegos decían que la inspiración es “un estado de frenesí divino o de éxtasis y locura por la que un artista o poeta era transportado más allá de su propia mente y recibía de los dioses, los pensamientos que los ayudaran a concluir su obra”… es decir, la inspiración es un estado de ánimo por el que somos capaces de lograr un objetivo que no es sencillo alcanzar. ¿De dónde viene la inspiración?, no existe una respuesta correcta. En mi caso no hay una sola.

A lo largo de mi paso por la Facultad he tenido que sortear tantos obstáculos y problemas, que de no existir esos “momentos de éxtasis”, no me habría sido posible llegar al punto en el que estoy. En cuatro años, esos “dioses” de quienes he obtenido el favor de las ideas que me permiten progresar, han cambiado de nombre y de forma, pero siempre existen constantes.

Mi familia, el pilar de mi vida y también de mis mayores dolores de cabeza. Ellos y sus críticas e incentivos han sido la más constante de las inspiraciones. Algunas veces por rebeldía, otras por sumisión, pero los consejos y hasta las órdenes que de ellos he recibido, han sido factores fundamentales en la continuación de este camino. Los quiero, los respeto, pero sobre todo deseo demostrarles que sus críticas y desaprobaciones han sido mi motor más grande para no defraudar mi reto.

Mis amigos, mis cómplices incomparables. Los de siempre y los oportunistas. Los que se quedan y los que sólo dejaron su huella en el libro de relatos. Aquellos que confían en mi y aquellos que me tentaron a quedarme atrás, de todos he tomado un poco de fuerza y confianza. Aquellos que me empujan adelante y aquellos cuyo deseo era alejarme de la meta. Todos han servido de impulso para corregir y para cambiar.

El incomparable amor por lo que hago. Los sueños, los miedos, los problemas, los anhelos, la adrenalina, lo imposible… la idea de ser hoy, lo que ayer se dibujaba como mi mañana.

El amor, que ha cambiado tanto de rostro que me asegura que es el lazo más indestructible que me une a la vida y la pasión. Por las lágrimas y los aprendizajes, por la experiencia, las risas, los nervios, el sonrojarse y el suspirar… por ti, que ayer te vestías de intelectual y hoy eres un niño coqueto… por mí, porque a pesar de todo, ayer, hoy y siempre soy lo único que realmente tengo.

Yo prometo que...  

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Hoy termina el primer mes del año y no quisiera que acabara sin darle a este blog una entrada más.

Ya tengo una lista de cosas que quiero hacer y las que debo quitar de mi costumbres más arraigadas, después de un mes de este año he tenido miles de minutos en que he tenido tiempo de sobra para pensar en lo que está apunto de comenzar, con ello viene el balance de cosas que me dejaron algo importante y también la fila de cachetadas y zapes que debo o deben darme por las burradas cometidas… pero nada de eso irá esta vez en esta entrada de mis orquídeas.

Sí, tiene algo que ver con ellas pero sólo por hoy no ventilaré esas reflexiones pseudo filosóficas en este espacio, aburriéndolos y echándome sola de cabeza. Esta vez quiero hacer pública una promesa… sí, una promesa a mi misma, un compromiso con la vida y con mi futuro.

Quienes a menudo pasan por acá pueden darse cuenta de muchos de mis devenires, quienes además tienen contacto cotidiano conmigo han sido testigos de mis caídas, de mis tropiezos y mis triunfos… pero sobre todo del aprendizaje obtenido con cada experiencia. Hoy, apunto de comenzar mi último año en mi amada facultad, apunto de emprender la recta final de una etapa fundamental de mi vida, apunto que una nueva puerta se abra frente a mí con más cosas que compartir y experimentar, estoy dispuesta a realizar un compromiso.

Yo, Ruth, prometo que aprovecharé lo mejor que pueda cada minuto que tenga, prometo que pondré mucho más de mi parte para ser feliz, hago el compromiso de dejar de lamentarme por lo que no tengo para disfrutar lo que la vida me regaló y lo que yo me he ganado; hoy me comprometo a llorar sólo cuando sea necesario, a reír lo más que pueda, a tropezarme y reconocer la piedra que me hizo caer para no encontrármela nunca más en la vereda.

Hoy estoy dispuesta a dejar el miedo atrás, a enorgullecerme por lo que soy y por lo que me falta para ser mejor; hoy quiero amar de nuevo y que me den en la madre, porque de eso se trata la vida, de los momentos que nos llevan al cielo aunque a veces la caída duela. Hoy quiero conocer nuevas cosas, aprender a perdonar y a olvidar, quiero arriesgarme y confiar. Hoy quiero ser una mujer con defectos que alguien aprenda a amar y virtudes que no me impidan ver lo maravilloso de los demás.

Hoy quiero saltar un obstáculo más junto a las personas que amo y que me han demostrado reciprocidad en el cariño, quiero seguir sintiendo esas mariposas en el estómago y poniéndome tan nerviosa como en el primer amor; hoy quiero verlo a los ojos y dejar de ocultarme… Hoy, mañana y de ahora en adelante prometo ser feliz.

Miguel Reyes Gil... gracias!  

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Gracias suspirito, sin tu apoyo habría sido más difícil!

Por muchas razones la prepa ha sido una de las mejores etapas de mi vida, pero mi participación en el coro representativo que dirigió durante más de 20 años el profe Miguel Reyes, fue sin duda la más especial de todas.

Es difícil asimilar que ya no veras más a alguien que se quiere, pero si se piensa en todo lo que sembró en su paso por la tierra, uno se siente orgulloso y afortunado de haberse topado con él en algun punto del camino.

El viernes 8 de enero el profe dejó de sufrir. La enfermedad que lo consumió durante 10 años no le impidió jamás mantener esa actitud positiva y ese amor por la vida que todos quienes compartimos con él, admiramos y tomamos como ejemplo.

Aunque no volvamos a tenerlo en ese pequeño salón de coro, regañándonos por no cantar fuerte, a pesar de no volver a esos conciertos en Sala Nezahualcoyotl, pese a que no entonemos nunca más el Gloria de Vivaldi, el Halleluha de Hendel o Nabucco de Verdi, estoy convencida que las notas musicales no pararan de sonar en nuestra memoria y en nuestro corazón.

Gracias Profe, porque fue siempre el ejemplo más claro de que se lucha hasta el último instante, de que a pesar de todas las dificultades que tengamos siempre hay la fortaleza interna que nos permite seguir adelante con ánimo y una sonrisa. Fue como un padre para tantas generaciones de alumnos, que será imposible que su nombre no vuelva a pronunciarse.

Donde quiera que este en este momento, que seguramente será dirigiendo ya el coro de angeles que quizá lo recibieron desafinando algunas notas, reciba desde el fondo de mi corazón y mi alma el más profundo agradecimiento por todo lo que siempre me brindó.

Gracias y hasta muy pronto!

Amar también es ser responsable  

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Para HRTF
Es verdad que pocas veces somos conscientes de lo que implica entregarle cariño a alguien. Saber querer no significa solamente que el corazón y el estómago estén alborotados todo el día, querer implica una responsabilidad, con el otro y sobre todo con nosotros mismos.

Muy cierto es que las mariposas en la panza y caminar sobre nubes es un sentimiento indescriptible y maravilloso, pero qué pasa cuando esa sensación de placer se hace a un lado para mostrarnos que viene acompañada de dolor, desencanto y desamor.

Cuando se empieza en la vida, el desamor duele pero pasa pronto para que el corazón deje entrar un nuevo amor; las experiencias gratas se guardan en el alma para siempre, pero las malas se marcan con más fuerza convirtiéndose en cicatrices que no todos son capaces de saber llevar.

“Tal vez estamos en el mundo para buscar el amor, encontrarlo y perderlo, una y otra vez. Con cada amor volvemos a nacer y con cada amor que termina se nos abre una herida. Estoy llena de orgullosas cicatrices”, esa frase que Isabel Allende dejó plasmada en su libro Paula, se me quedó grabada en el alma desde que la leí. No tengo ni lejanamente sus vivencias, pero también creo tener “orgullosas cicatrices”.

El amor es el pilar de la vida, el amor al trabajo, a la familia, a los amigos, a la patria, pero cuando uno se enamora, cuando no se hace otra cosa que suspirar con un aire que dice su nombre todo el tiempo, cuando cada sueño no hace más que recordarnos su existencia, entonces el amor se convierte no en un eje, sino en el centro.

No creo que el amor tenga un solo rostro en la vida, me parece que cada nuevo par de ojos, que cada mirada penetrante, que cada caricia y cada beso traen consigo una nueva faceta de ese amor. ¿Duele amar?, mucho, creo, pero vale la pena porque cada lágrima que se derrama y quema, deja una huella profunda que el tiempo y el verdadero querer sabrá curar.

Haciendo un balance de mi vida me doy cuenta que he sido muy irresponsable algunas veces, que he dado a manos llenas un tesoro muy preciado, que no siempre un beso de amor conmueve un alma ni un “te quiero” mueve corazones duros. Pero tampoco podría decir que han sido en vano esas equivocaciones, ahora mismo cada pensamiento va dirigido a quien pocas veces pensó en mi y en mi cariño. Hoy, cada latido es la expresión callada de una confianza que no tiene razón de ser pero que mantiene en mí una absurda sonrisa que quien la ve, no la comprende.

Es fácil juzgar a quien ama, porque exige un nivel de aceptación que no todos están dispuestos a dar; es fácil dar consejos y pedir el olvido, pero sólo el alma que cobra vida con ese sentimiento sabe de la intensidad del cariño, de cuánto se desea el bienestar del otro y de cuánto la felicidad de ese ser humano se convierte en la petición constante.

Hace mucho que dejé de lado los porqués, hace mucho que no creo en las justificaciones del amor ni en las motivaciones del corazón. Ignoro si hay un destino marcado que nos pone en el camino las personas que se vuelven importantes, tampoco creo ya en príncipes azules, aunque una vez conocí uno que hoy ya tiene su princesa, y sin embargo no pierdo la fe en el amor.

Es posible que eso que hoy me mantiene en pie y me parece tan sagrado, no sea mañana otra cosa que un recuerdo, que la nostalgia de un cariño no correspondido.

Nunca me ha dado vergüenza aceptar mis sentimientos, pero esta vez yo misma tardé mucho en darme cuenta que jugaba con fuego. Todo ha sido como caminar a ciegas buscando una estrella que está muy lejana, como perseguir un brillo que ciega, como ir tras una ilusión que sólo es un espejismo.

No tengo miedo de decir “te quiero”, aunque sé que corro el riesgo de un “no”, no temo entregar el corazón aunque muy a menudo lo regresen roto y se lleven siempre un pedazo insustituible.
Si él supiera cuánto deseo prolongar nuestras pláticas, cuánto me reconfortan sus palabras, cuánto añoro ver ese gesto chistoso que pone cuando no están saliéndole las cosas como quiere, si por un momento pensara en lo que siento cuando escucho su voz, quizá entonces sabría que es real.

Ya va 1!  

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Pocos años tan complicados como este que terminó. Los pronósticos nunca fueron los más alentadores y sin embargo los hechos superaron por mucho el mal augurio. En el 2009 no gané la lotería, no me enamoré de un hombre guapo y famoso y mucho menos me convertí en la mujer más bella e inteligente del mundo, afortunadamente, a cambio de eso recibí lecciones de vida incomparables, aprendizaje, cariño y la satisfacción de un crecimiento personal y académico.

Hoy se cumple un aniversario de este espacio, el primero de líneas que desde el principio tuvieron la intención de ayudar a la práctica de pasión: escribir. El tema nunca fue importante, pese a que la Literatura y el Cine son mi fascinación, este blog ha sido palestra para que otros vean las cosas que realicé en mi estancia en la Facultad o aquellos que me permitieron publicar en la revista en que colaboro.

Es cierto que el último cuatrimestre lo tuve un poco olvidado, pero no fue porque no tuviese cosas que decirles a quienes quizá por error caen por acá de vez en cuando, al contrario, la segunda mitad del año mi experiencia profesional creció muchísimo.

El año de vida de Orquídeas Azules fue testigo de mi crecimiento en Gente Sur, de mi debut como ayudante de profesor en la Facultad de Ciencias Políticas, fue víctima del poco tiempo que me quedó por dedicarme enteramente a la realización de mi servicio social en Conaculta, en la colección Periodismo Cultural, y hasta vivió conmigo la nostalgia de un último concierto para el Coro de Prepa 9, con el homenaje a nuestro profesor por su trayectoria. Sé que quienes me conocen y siempre han estado cerca para apoyarme e imponerme retos, sabrán de lo mucho que aprendí este año.

Este blog, que antes tantas veces se quedó sólo en planes, fue también la ventana de desahogo a la que recurrí en momentos difíciles de mi vida personal, en los que un texto fue mi mejor paño de lágrimas, mi puerta de escape cuando las dificultades, las decepciones y los corazones rotos no podían guardar más lágrimas.

Además de festejar que logré llegar a un año con este espacio, deseo hacer el reconocimiento desde mi corazón a la gente que ha hecho posible que yo continúe con la motivación necesaria para desarrollarme en lo que más me gusta hacer.

Injusto sería no comenzar por agradecer a mi familia, que día a día me impulsan a ser un mejor ser humano. A mis amigos, los de siempre, los inolvidables: Fabiola Delgado, Adriana Medina, Claudia Blanco, Marcos Gamiño, Eduardo Álvarez, Sandra Baltazar, Nadia Lora, Guadalupe Pastrana, Cora Bravo, Ilse Anaid, Edgar Jiménez, Odette Méndez, Abraham del Valle, Ángel Cervantes, René Pérez, Francisco Ruíz, Guillermo Garduño y Cristina Hernández.

Mi más profundo agradecimiento para Alberto Carbot, Mireya Vega, Alejandra Urbina, Lizbeth Hernández, Toibe Shoijet, Patricia Palacios, Ignacio Trejo Fuentes, Ixchel Cordero, Javier Corral, Miguel Reyes y Jorge Luis Espinosa QEPD, personas cuyo trabajo admiro y ha provocado la satisfacción más grande al haberlos tenido como guías importantes en mi desarrollo profesional.

Finalmente, pero no por ello menos importante, mi absoluto agradecimiento y cariño a mis alumnos, a todo el grupo de primer semestre de la carrera de comunicación, a esos jóvenes de la clase de Taller de Expresión Oral y Escrita, por haberme recordado los inicios de mi carrera, por su energía y sus ganas de aprender, por su entusiasmo y su incondicional cariño.

Muy en particular debo nombrar a Alma Daniela, Alma Yasbeth, Janet Torres, Lorena Ortega, Marisol Zuñiga, Rosa María Salinas, Enrique Herrera y Rubén Romero, seres humanos maravillosos que me abrieron un espacio en su vida y en su corazón, ganándose también uno primordial en el mío. Gracias a mis niños y gracias a la profesora Lucía Rivadeneyra por la enorme oportunidad y la confianza que me brindó.

Creo que me he extendido demasiado, pero no puedo dejar de agradecer muy en especial a Mauricio Torres, un hombre excepcional, mi adjunto preferido, que ha sido ejemplo y motivación este año, un amigo incondicional que me mostró que la pasión por el trabajo es una forma de vida, una actitud constante. Gracias.

Culmino entonces con una persona muy importante: Héctor Fiesco, un coqueto incorregible, un alumno capaz, un pequeño suspiro que me devolvió la confianza y la certeza de que aunque duela, vale la pena confiar en las personas, entregarles tiempo y cariño, aprender a sentir aquello que se convierte en un pilar que nos sostiene en los tiempos más complejos. Gracias por la amistad, la confianza, la seguridad y la alegría que me regala tu compañía.

Gracias a quienes han prestado minutos de atención a este espacio a lo largo de estos 365 días, es para ustedes, mil gracias y bienvenidos a un nuevo año, en el que el simbolismo de un comienzo, abre nuevamente las puertas de la esperanza.