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¿Qué sentido tiene estudiar historia?  

Posted by: Root in ,

“La historia de la humanidad se diferencia de la historia natural en que la primera la hemos hecho nosotros y la otra no”


Historia ¿Para qué?, una pregunta y 10 respuestas. La historia es el discurso construido en la élite del poder; son las historias que quienes dominaron a un pueblo, se dan el lujo de contar y hacer creer. Es la justificación de su estancia en la cumbre y la opresión de la mayoría. En la medida en que un pueblo está consciente de su pasado, aquello que ha perdido, los errores cometidos y los aciertos de sus enemigos, tendrá mayor posibilidad de cambiar el rumbo de su destino.

Historia ¿para qué?, es un compendio de ensayos donde cada autor muestra su visión del propósito de estudiar historia, aquel peso enorme llevado sobre los hombres que construyen la memoria de un grupo social. La gente se conduce en la vida respecto de lo que ha hecho y aquello que desea conseguir. ¿Cómo puede un pueblo saber si actúa correctamente sin saber si está “tropezando de nuevo con la misma piedra”?

Es imprescindible que alguien señale aquellas “piedras” con los que hemos tropezado y marcaron el camino que nos condujo hasta el presente, sin embargo ¿a qué propósitos responden dichos señalamientos? ¿Desde qué cristal se miran? Aunque varían las formas de concebir el estudio de la historia, la coincidencia de los 10 autores radica en que se estudia historia para comprender el presente, pero… ¿hay realmente una comprensión del hoy?

José Joaquín Blanco, cronista, dramaturgo, ensayista, narrador y poeta, es quizá quien tiene la visión más romántica del estudio de la historia. “Se hace historia para avanzar en la interpretación del mundo, para transformar la sociedad, para participar políticamente, para defender principios y causas sociales, para denunciar esto y mejorar aquello, y también porque es placentero hacerlo.”[1]

Ésta es quizá la respuesta con la que más identificación encuentro. Coincido en que la historia es aquello utilizado por los grupos dominantes para legitimarse en el poder, es la “desmovilización” de los oprimidos; estudiar historia, pues, conlleva una liberación de esa “falsificación” del pasado, significa la motivación de reescribir el presente, entender el pasado y corregir el futuro, encaminarse hacia un objetivo, a sabiendas que en el trayecto se cometen errores; si se conoce la historia disminuye la posibilidad de cometer los mismos traspiés. Ese es el placer: soy libre de actuar porque conozco el camino que he recorrido.

Héctor Aguilar Camín, investigador e historiador, tiene la respuesta más completa del estudio de este pilar de las ciencias sociales:

“historia para atender las urgencias y preguntas del presente, para afianzar o inventar una identidad y reconquistar continuamente la certeza de un sentido colectivo o personal; historia para dirimir las legitimidades del poder, para imponer o negar la versión de los vencedores, para rescatar o rectificar la de los vencidos (…), para la contemplación paralítica y demorada, para el goce y la imaginación (…) para deshacerse del pasado, para evitar su acción incontrolada sobre las generaciones que la ignoran, para sustraerse al destino previsto por el aforismo de Santayana según el cual los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla.”[2]

Enfocado a lo que él llama “las dos rebeliones del nuevo México moderno”, basa su ensayo en lo que se ha producido –socialmente- desde la Revolución Mexicana, cuyo conflicto desemboca en los conflictos de 1968 y 1976. Acertó en develar que lo que somos ahora es un proceso gestado de años atrás, por esto es imprescindible un minucioso estudio histórico, que nos permitirá dar luz a la maraña de relaciones cuyo producto puede estallarnos en la cara en cualquier instante.

Aunque su respuesta: “la reflexión histórica es regresiva, funciona normalmente a partir del presente, en sentido inverso del fluir del tiempo, y ésta es su razón de ser fundamental”[3], Carlos Pereyra, quien abre esta serie de ensayos del compendio Historia ¿para qué?, acuña conclusiones interesantes; ese retroceder para conocernos es justamente lo que hace el historiador, es tomar la punta de una madeja y seguirla hasta encontrar el otro extremo; sin embargo, más adelante expresa que “La historia no es juzgar; es comprender –y hacer comprender.”[4] Es en esta expresión que difiero del autor.

La historia no debe limitarse a decir lo que pasó y entender que tales son las razones de nuestro presente, me parece fundamental que vaya más allá del conocer, historia debe significar “actuar”. ¿Qué voy a hacer para no cometer los mismos errores? ¿Estoy reflexionando realmente sobre lo acontecido o sólo escuché (o leí) un discurso histórico que no irá más allá de la conciencia? Estudiar historia, como dice Carlos Monsiváis, es “fortalecer y ampliar la conciencia colectiva”[5] Es asumirme como oprimido y verme en la libertad de darle al futuro un nuevo sentido.

Enumerar cada definición sería tornarse repetitivo. Cada respuesta, una a una de las reflexiones que hacen estos escritores e historiadores mexicanos, nos deja qué pensar; es una invitación no sólo para revalorizar el propósito del adoctrinamiento histórico, es la “carta abierta” para formar una nueva historia, para construir el camino de un México distinto; ¿es idealismo puro?, tal vez, pero… de dónde nacieron las grandes ideas sino del sueño de una locura que tarde o temprano se volvió realidad...



Bibliografía


Pereyra, Carlos. Et. Al, Historia ¿para qué? Siglo XXI editores. México 1980 Págs. 245

[1] Pereyra, Carlos. Et. Al, Historia ¿para qué? Siglo XXI editores. México 1980 pág. 78
[2] Ibídem, Pág. 147
[3] Ibídem, pág. 27
[4] Ibídem, pág. 30
[5] Ibídem, pág. 171

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