El Palacio Negro -como se le conoció a la otrora Penitenciaria de Lecumberri, ahora sede del Archivo General de la Nación- se pone nuevamente bajo los reflectores (como lo hiciera en El apando en 1975) y constituye el escenario principal de Cementerio de Papel.

Con un par de Flashforward (técnica cinematográfica de avance en el tiempo de la historia), el filme nos sitúa en el Archivo General de la Nación, donde se ha encontrado un cadáver; Eva, una joven trabajadora del lugar, ha sido asesinada.

Con la adaptación en guión de Xavier Robles (Rojo Amanecer, 1989), se pone sobre la mesa la temática de la exoneración que tras las invstigaciones iniciadas en 2005, dejan libre a un “ex presidente” y un “ex titular de la Dirección Federal de Seguridad”, de la responsabilidad en el genocidio cometido contra estudiantes durante los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971; la cinta toca fibras sensibles de la memoria histórica del país, dejando al descubierto la ineficacia de la Fiscalía Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), creación del gobierno Foxista.

Con Thriller político como género cinematográfico, Cementerio de papel constituye un intento del cine mexicano por traspasar las temáticas de comedia romántica, que han inundado el mercado los últimos años y lleva al público la crítica social de un tema encarnizado que pocos se han atrevido a explotar.

Ayudada por la fotografía de Jorge Rubio Cazarín, la película enmarca el drama de 3 personajes que ven enlazados sus destinos tras el asesinato de Eva, en circunstancias que no parecen tener esclarecimiento, pero que ellos se encargarán de investigar, a costa incluso de sus propias vidas.

Claudia era amiga y compañera de Eva, la muerte de la joven causa indignación en ella y por incitación de su novio, el historiador Primitivo, ambos comienzan a indagar en las entrañas del crimen, ayudados por Jacinto, un periodista de La Jornada. La búsqueda de pistas comienza en el Archivo General de la Nación, que salvaguarda los testigos en papel de los crímenes y desapariciones de los movimientos estudiantiles.

La participación de renombrados histriones como Alberto Estrella, Alejandro Tommasi, Jesús Ochoa, Martha Aura y José Carlos Ruíz se equilibra con el trabajo de jóvenes en la profesión como Rocío Verdejo o José Juan Meraz, quienes se vieron acompañados por la participación especial de Rosario Ibarra de Piedra -activista mexicana y fundadora del Comité Eureka- y del mismo Fritz Glockner, cuyo personaje dio vida a Enrique, hijo de un desaparecido militante de los movimientos que se une al equipo de investigación junto a Claudia, Primitivo y Jacinto.

Loable es el trabajo de recreación que –bajo la producción de Jorge Rubio, Servando Rodríguez y Fidecine- hace Cementerio de papel, reproduciendo los riesgos que conlleva una investigación que intenta desenmarañar un capítulo negro en la historia mexicana.

Cierto es que los aspectos técnicos dejan mucho que desear, faltó trabajo en iluminacion, edición, producción en general; sin embargo es rescatable el hecho de que una producción mexicana con bajos recursos, que se distribuirá dos años después de su realización en sólo 29 de las más de 300 salas cinematográficas, deje al descubierto temas tan importanes para el país como los presos políticos y las desapariciones de jovenes en la década setentera.

Si bien hay detalles que escapan a la lógica del asistente a la proyección (como el que no sacaran copias a los documentos que descubren), el filme representa un firme intento de concientización dejando implantada la idea de que tras 40 años de la primer matanza estudiantil, aun hay mucho que sacar a la luz, pues el edificio que constituye ahora el Archivo General de la Nación, sigue manteniendo presos los devenires de miles de mexicanos que están ahí, en ese Cementerio de papel, esperando que alguien se arriesgue a desenterrarlos.

FICHA TÉCNICA