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El miedo a los animales, Enrique Serna  

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Si Enrique Serna buscó crear un ambiente de desolación, un mundo de justicia tardía o inexistente, en donde el héroe solitario lucha solo contra el mundo sin la más mínima posibilidad de triunfo, definitivamente lo consiguió en el libro El miedo a los animales.

Evaristo Reyes, un ex reportero de la nota roja, es el personaje central de la novela de Serna, un hombre sin fortuna ni suerte que por azares del destino, malas decisiones y la podredumbre de los mundos de los que se rodea –el de la policía judicial y el del periodismo cultural- lo llevan a involucrarse con el asesinato de un periodista y cuya resolución es la única forma de mostrar su inocencia.

La novela, publicada por primera vez en 1995, se inserta en un género que le permite explotar el conflicto hasta sus últimas consecuencias: la novela negra. “En México, al igual que en Hispanoamérica, la novela policial negra cobra auge a partir de los años setenta, porque es el espacio en el que se puede dar cuenta del descontento social y de la desilusión generados por la ausencia de límites claros de la ley”.

Y es justo eso lo que el lector puede palpar en el texto del también autor de Amores de segunda mano (1993), ya que el género que elige le permite explorar las entrañas de la más sórdida corrupción de un ambiente que socialmente podría pensarse lúdico e idealista pero que como sucede en todos los estratos de la sociedad, está dominado por la putrefacción de los intereses personales sobre el bien común.

Con un argumento que tiene como eje central la resolución de un asesinato, Enrique Serna presenta una serie de personajes inusuales, egoístas, vanidosos, con el único propósito de sobresalir en el medio profesional en que se desenvuelven.

Evaristo, quien de ser reportero entra a trabajar a la Policía Judicial bajo las órdenes de un autoritario y cruel comandante –Maytorena-, se envicia con la facilidad con que obtiene dinero y mujeres con las corruptelas de sus superiores y se convierte en escalón más de la sociedad que protege a los altos funcionarios, cuidando la espalda del presidente y sus allegados.

Tras un repentino ataque de moralina, Evaristo decide romper las reglas del juego que había aceptado jugar y tras una nota que descubre Maytorena, en la que una crítica al gobierno del presidente en turno es la sentencia fatídica de un colega periodista, y se propone salvar la vida de su compañero y advertirle del peligro. Cuando éste aparece asesinado y las circunstancias lo señalan como el responsable, el protagonista debe no sólo desentrañar la verdad, sino salvar su propia libertad.

Este subgénero de los textos policiacos, tiene como principales características la sensación de falta de justicia, una atmósfera de desigualdad exasperante, de inseguridad, de violencia constante, que se ve bien representada en las múltiples ocasiones en que el personaje, víctima de fatídicas circunstancias, ve cada vez más lejos la posibilidad no sólo de resolver el crimen sino de probar su inocencia.

Contada en tercera persona, “Serna explora dos ambientes en apariencia totalmente distintos, el de la policía judicial y el de los intelectuales, y a través de ellos construye un espectro en el que se reconocen los conflictos sociales y políticos que confluyen en la ciudad de México en la década de los noventa”.

Si tomamos en cuenta que la novela negra agrega el factor de violencia a las características propias de las novelas policiacas, su propia serie de particulares como el que los crímenes los desencadene las debilidades humanas, como la rabia, las pasiones, la avaricia, o la venganza y el ansia de poder que se reflejan en este texto en donde poco a poco se desmantela la idealización del mundo de los intelectuales para dar paso a la imagen real en la que las criticas infundadas, el interés, las relaciones de poder y sobre todo la necesidad de ser más que el otro, domina a todos los que interactúan en él.

Evaristo Reyes encaja perfectamente en el perfil del héroe de la novela negra, en que los rasgos principales del personaje principal son ser “duro, solitario, aventurero, desconfiado de los demás, desdichado, y crítico del entorno social, a diferencia del detective del género policial clásico: elitista, fino, privilegiado socialmente y desentendido de los problemas sociales” , lo que permite que el deseo por que se sepa la verdad y por mostrar al mundo la corrupción en la policía y la hipocresía del mundo literario, justifican las acciones de la figura principal.

Con un uso evidente de diálogos, que permite a Serna que el lector se involucre más con la desesperanza en que va cayendo el héroe de la trama, se emplea un lenguaje rudo, violento, desencarnado que asoma a quien está leyendo la novela al ambiente real del subordinado de un comandante de policía corrupto y sanguinario, alcohólico e incapaz de hacer algo que contravenga a los intereses de sus superiores que entra a un ambiente de oposición –el literario- en el que se encuentra con la misma clase de seres oscuros que buscan nada más el progreso personal.

El propio Serna, que en 1999 escribe El seductor de la patria, dice a cerca de este género, que “el autor de una novela negra se propone escudriñar la mente criminal, sin partir de condenas o absoluciones previas, corre el riesgo de caer en la incomprensión o en la apología de los asesinos, ya sea por un exceso de distancia crítica o por carecer totalmente de ella”

Quizá es una de las carencias de la novela, que no desentraña las razones del criminal y más bien nos desdibuja al asesino cada que uno de los sospechosos es descartado de la lista de Evaristo, dejando como el verdadero criminal a alguien que durante la novela no presenta ni sombra de motivo que indique al lector que es el culpable, al contrario, Serna complica tanto la trama y la lleva tan a lo inverosímil en algunas situaciones, que la resolución del conflicto se convierte en lo único que el lector puede esperar del final de la novela.

La dualidad del personaje principal, en la que es el detective y a la vez víctima del conflicto, ve un poco de esperanza en el personaje de Dora Elsa, una mujer inserta en el mismo ambiente podrido pero que representa una puerta de escape y la motivación que necesita ante la desilusión del ambiente que va desentrañando a lo largo de la novela.

Sin embargo, la muerte de Dora Elsa lo regresa a la realidad, pues la novela negra no se caracteriza por un final feliz y le hace tomar conciencia de que no puede salir bien librado después haber estado quince años en un mundo sórdido y corrupto.

“Su principal error [dice el narrador] había sido creer que después de reptar por más de quince años en las cloacas de la judicial, podía salir a la superficie oliendo a rosas y enamorarse de una mujer sin hacerle daño… La muerte de Dora Elsa lo había devuelto drásticamente al inframundo del que había intentado huir, ahora en calidad de víctima”.

Si bien la novela negra no es el paraíso de los románticos amantes de los finales “y vivieron felices para siempre…”, si es la oportunidad que tiene el escritor mexicano, de mostrar el lado vulnerable y corruptible del ser humano, el lado débil y real de una sociedad consumida por el interés personal.

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