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BDSM: “Se vale jugar… pero limpio”  

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“Soy Javier, practico BDSM, soy dominante, heterosexual, con pareja estable”. “Me llaman ‘Vampira’, soy dominante y estoy en busca de sumisos”. “Mi nombre es Charlie, me dicen ‘fiel’, soy sumiso, heterosexual”. “Soy Gabriel, homosexual, tengo 19 años, aún no he probado mucho, pero estoy aprendiendo.”


Cuando los integrantes del grupo Sado México llegan al Centro Cultural Foro y Café, es imposible encontrar algo distinto en ellos: entran dos tomados de la mano, después cuatro amigos, uno solo, varios, muchos más. Reunidos cerca de veinte personas, entre sumisos, dominantes y switch.


Se conocen entre sí, se saludan; claro, las invitaciones a las sesiones-talleres llegan sin falta a su correo electrónico. Ninguno se pierde la oportunidad de informarse sobre una práctica “sana, segura y consensuada” del BDSM.


‘Apeiron’, uno de los dirigentes del grupo Sado México, ha preparado dos videos para ilustrar la clase del día: juegos de temperatura. Advierte que algunas partes “son muy fuertes”, pero conforme el video avanza no hay quejas, sólo se interrumpe la atención, cuando algunos de los asistentes se imaginan dentro del juego y no evitan lanzar un “que rico” o “mira, qué divertido”.


Mientras las imágenes pasan por la pantalla -cuerpos llenos de cera, mujeres con los senos amarrados, látigos, máscaras- las cartas se ponen sobre la mesa; sí, aquí el juego es distinto, las velas se convierten en cera derretida que se vierte sobre el cuerpo del sumiso.


“Se ve más feo de lo que en realidad es”, dice ‘Apeiron’, y aunque indica que es responsabilidad personal el riesgo que se corre, da los tips necesarios para que todo salga acorde a lo ideal, es decir, para que ambos participantes del “juego” sientan placer.


La distancia, la calidad de la vela, las advertencias de no usar parafina ni cera de Campeche, cómo retirar la cera seca del cuerpo del sumiso, incluso hasta cómo quitarla si accidentalmente cae en la ropa o en la cama, valerse del sentido común, mantener la comunicación en todas las prácticas, hacer ejercicios de respiración.


Tres participantes de la sesión preparan un performance, mostrando cómo se lleva a cabo un “juego de temperatura”. Tras una serie de latigazos, variados en intensidad y ritmo, se le pide al sumiso, ya sin camisa ni pantalón, que se hinque, y se le deja caer un poco de cera en la espalda, que estando seca, se le habrá de desprender con el filo de una navaja o con más latigazos.


Todos quieren probar, vierten un poco de cera en su antebrazo; otros, los más atrevidos, se quitan la camisa y se dejan caer cera en la espalda, esperan la sensación del calor y del posterior desprendimiento.


No hay relaciones sexuales, no se violenta la integridad de nadie, se respetan, se aprecian, se cuidan. Al terminar la “clase”, todos se van a cenar “a los tacos que están a cinco cuadras”.



Entonces, ¿todos somos desviados?


Cada 15 días, el Centro Cultural de la Diversidad Sexual abre las puertas a hombres y mujeres practicantes del BDSM. Pero… ¿qué significan estas siglas y qué implicaciones tiene llevar a cabo este tipo de actos?


En palabras de ‘Apeiron’, uno de los fundadores del grupo Sado México, el BDSM “es un conjunto de prácticas que quedan englobadas dentro de lo que los sexólogos llaman expresiones comportamentales de la sexualidad” y que en el ambiente popular son conocidas como “parafilias”.


De acuerdo a sus siglas, el BDSM implica llevar a cabo prácticas como “el Bondage (de ahí la letra B), que se refiere a todo tipo de restricción de movimientos; la disciplina (D), que abarca desde las nalgadas hasta los látigos. La dominación y sumisión (S), que significa que el sumiso se entrega, se ofrece al otro, y el sadismo-masoquismo (S-M), que es todo lo que tiene que ver con el dolor, implica colocación de pinzas, pasar objetos calientes por la piel, lijas, etcétera”, explica ‘Apeiron’.


Comúnmente se les denomina parafilias o desviaciones a este tipo de comportamientos sexuales; sin embargo, Juan Luis Álvarez-Gayou, sexólogo del Instituto Nacional de Sexología, propuso el término de “Expresiones comportamentales de la sexualidad”, con el fin de evitar que se hagan juicios valorativos que propicien la censura o discriminación de quienes las practican.


“En psicología las llamamos diversidad erótica sexual”, aclara Ofelia Reyes Nicolat, psicóloga sexual educadora y terapeuta sexual, de la Facultad de Psicología de la UNAM. Y aunque el término difiere del usado por los sexólogos, ambas partes coinciden en que algo parafílico corresponde a una práctica sexual llevada a cabo de forma exclusiva, en la que el individuo sólo obtiene placer a través de ese medio, y deja de hacer cosas vitales como comer, ir a trabajar, etcétera, de modo que se convierte en un trastorno, una enfermedad.


“El propósito de la desmitificación de esta diversidad es ya no poner etiquetas, pues es algo que todos tenemos, que viene de cultura y educación”, señala la también coordinadora del Programa de Sexualidad Humana (PROSEXHUM).


Durante los tres primeros años de edad se forma la personalidad del individuo, es ahí cuando las conductas aprendidas definen las tendencias que más adelante se reflejan en la vida sexual.


“La diversidad erótica sexual es una abanico de posibilidades y todos tenemos de todo, la diferencia radica en que esté en un nivel erótico o no erótico”, aclara Nicolat. Y es que la mayor parte de las expresiones las ubicamos en un nivel no erótico, es decir, no nos causan placer o excitación.



¿BDSM igual a sadomasoquismo?


El BDSM no es igual al sadomasoquismo; se refiere a una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidad extrema convencional.


BDSM es un acrónimo formado por las iniciales de prácticas llevadas a cabo durante las sesiones. Implica una serie de juegos en la que un sumiso entrega su voluntad a un dominante que infligirá sobre él acciones que, en ocasiones, conllevan dolor.


“Hay muy poca investigación al respecto, en México nadie se ha dado a la tarea de saber de qué se trata, internacionalmente muy pocos lo han hecho”, confiesa la sexóloga Mayra Pérez Ambriz, quien ahora está a cargo de la primera investigación al respecto: “Derrumbe de mitos y tabúes sobre el BDSM”.


Llevar a cabo el BDSM de modo “Sano, Seguro y Consensuado” (SSC) marca la diferencia entre una práctica responsable y acciones sadomasoquistas que implican abusos y violencia hacia otro ser humano.


Las siglas SSC, fueron acuñadas a principios de los años ochenta por David Stein, conocido activista de la escena homo sadomasoquista en Inglaterra y EE. UU: sin estas tres reglas, “el juego no puede llevarse a cabo”, por lo que antes de cada sesión los participantes se sientan a hablar, van a tomarse un café y cada uno expresa las cosas que le gusta hacer, lo que prefieren omitir y aquello que no han probado y desean intentar.


“El grado de confianza que existe entre los BDSMeros es impresionante, entregan su vida al otro, y esto les proporciona un grado de espiritualidad”, cuenta la doctora Mayra, que durante su investigación ha entrevistado a muchos practicantes.


“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, dice ‘Orfeo’, el otro fundador de Sado México, durante la plática informativa en el Centro Cultural Foro y Café, y mientras da tips a los asistentes para que eviten tener accidentes o heridas graves, acepta que “el dolor es un medio para llegar al placer”.


“Todos, por una educación judeo-cristiana, tenemos culto por el dolor; esto es un gran reforzador de prácticas como las de BDSM. El dolor es parte de nuestra cultura”, asegura la especialista Reyes Nicolat.


Por otro lado, la sexóloga Pérez Ambriz asegura que los BDSM no disfrutan del dolor, “lo que les gusta es a dónde los lleva el dolor. Lo que ellos llaman el subespacio”. Y es que todos los seres humanos liberan una sustancia llamada endorfina cuando sienten dolor; lo que los BDSM buscan, es la sensación placentera que les ocasiona liberar tanta endorfina. “El dolor es el precio alto que se tiene que pagar por el placer”, asevera.



Como en todo juego… las reglas son indispensables


Sano, seguro y consensuado… si esas reglas no se aplican, no hay pacto. “Estar de acuerdo es primordial para nosotros”, explica Cristal, una joven de 29 años que practica el BDSM. “Poner límites es parte del juego, saber lo que se desea hacer, lo que se sabe hacer y lo que se disfruta que le hagan”, declara.


El uso de instrumentos que causan dolor dentro de los juegos BDSM conlleva un riesgo del que los participantes deben estar conscientes, por eso se debe cumplir con las reglas. “Los juegos BDSM pueden comenzar con cosas tan pequeñas e inofensivas como las cosquillas, hasta prácticas de mayor riesgo como la cera”, comparte Cristal, quien se asume bisexual.


Sano, porque los participantes deben estar conscientes de lo que enfrentan, no estar bajo el influjo de bebidas alcohólicas o drogas que les impidan reconocer los límites; “por eso aquí –en Sado México- nos enseñan sobre los niveles de dolor y cuánto es sano soportar”, dice otro de los practicantes.


Seguro, por el conocimiento sobre el desarrollo de la sesión y del material que se usa, además de los riesgos que se asumen. “Una persona que quiere practicar BDSM necesita aprender primero, saber cómo hacer las cosas, explorar lo que se puede realizar”, advierte Cristal y confiesa que ella misma se encarga de elaborar los juguetes que utiliza.


Consensuado, porque los participantes tienen la obligación de ponerse de acuerdo sobre la forma e intensidad de las sesiones, por eso negocian en pláticas previas. Esta es quizá la regla más importante, es la prueba máxima de confianza de un sumiso para con el dominante.


“El placer que obtienen del Bondage, por ejemplo, no es que los amarren y restrinjan, sino el momento de la liberación. Uno de ellos alguna vez me dijo: cuando me liberan sé que no me equivoqué al confiar en una persona, ya que al estar amarrado, pudo haberme hasta matado; al respetar lo que pactamos sé que puedo creer en el ser humano otra vez”, relata la sexóloga Mayra Pérez y agrega que esa es la parte que más le impresiona de los BDSMeros.


“Siempre, después de cada sesión, hay una la plática con la pareja, se aclara qué les gustó y qué no, al día siguiente puede haber una llamada, preguntarse cómo están, etcétera; y sería bueno, quizás, irse a tomar un café”, cuenta ´Apeiron´, orgulloso del acuerdo que los BDSM practican.


“La sexualidad tiene limites, claro, y esos son los consensos”, explica la doctora Mayra Aideé. Las prácticas BDSM pueden no ser compartidas por el grueso de la población, parecer agresivas o aparatosas, pero el respeto que ellos tienen por su cuerpo, por el del otro, el que está a su cargo, es parte de lo que quieren que se sepa. “No estamos locos”, es la expresión general en el grupo Sado México.


Otra de las reglas es la interpretación de un rol. Asumirse como dominante, sumiso o switch –aquel que puede representar ambos papeles- depende de muchos factores. “Las causas de una u otra inclinación son variables; por ejemplo, en mi investigación, la mayoría de los sumisos adquieren ese lado pues en su vida ´convencional´ tienen mucha responsabilidad, son dominantes, así que el BDSM les permite estar del otro lado”, revela la sexóloga del IMSEX.


Tanto es el previo consenso de los jugadores, que para tener mayor control sobre el nivel de intensidad que tendrán sus sesiones, han establecido lo que llaman palabra de seguridad. “El semáforo, por ejemplo, sirve al sumiso para decirle su amo cómo se sienten y cuánto dolor son capaces de aguantar aún. El verde significa continúa, el amarillo baja intensidad, rojo quiere decir que debe detenerse”, explica Charlie ‘el fiel’, como lo conocen sus compañeros de grupo.


La ética del BDSM prefija que en todo momento la parte dominante respetará dicha manifestación e interrumpirá la actividad si el sometido lo pide. “Claro que se han topado con personas que no respetan el consenso, pero como se cuidan tanto, boletinan a estas personas, impidiéndoles volver a sesionar”, asegura la doctora Pérez Ambriz



Un BDSMero, ¿nace o se hace?


“Yo me di cuenta de que esto me gustaba cuando tenía 6 años, y me generó mucho estrés; fue algo que viví sufriéndolo, porque no se lo podía contar a nadie. Hoy tengo 44 años y acallé todos esos sentimientos y deseos hasta los 17 o 18 años”, declara Apeiron.


No se nace teniendo una u otra tendencia sexual, todas son conductas que se adquieren y que están asociadas con algo. “El BDSM proviene, entonces, de conductas aprendidas”, indica la psicóloga Nicolat.


“Yo iba en una escuela de monjas, ahí descubrí que me gustaba sentir el dolor; me pegaba en la espalda con cinturones, pero tenía 9 o 10 años y no sabía que eso era BDSM”, relata Cristal, quien asegura que no aprendió esas prácticas de nadie, sino que las descubrió.


Es necesaria la asociación de una sensación placentera, de algo que provoque excitación, para que dicha práctica se coloque en el nivel erótico de las expresiones comportamentales en las personas. Aun en este grado, hay distintos niveles. La expresión a nivel de fantasía, la expresión mínima, preferida, predominante y exclusiva son las que integran el panorama.


Quienes llevan a cabo los juegos BDSM asocian el dolor, la sumisión, el dominio, la humillación en un nivel de preferencia o predominio. Sólo aquellos que no consiguen sentir placer de otra forma, los que se encuentren en un nivel de exclusividad de la práctica, tienen una enfermedad.


El estigma que versa sobre quienes ejercen su sexualidad de una forma “no convencional” provocó sentimientos de culpa y cuestionamientos entre quienes sentían la tendencia de provocarse dolor. “Todos somos blancos de discriminación y de discriminar, aun en cosas que nada tienen que ver con la sexualidad”, comenta Ambriz, quien atribuye el problema de “etiquetar” a una cuestión de educación.


La formación de grupos como Sado México busca informar a quienes estén interesados –en saber o practicar- el BDSM. “Justo porque muchos de ellos –los iniciadores- sufrieron, se culparon, fueron discriminados, etcétera, es que ahora quieren apoyar a gente que apenas se acerca a practicar. Para que lo hagan con el conocimiento de que hay más personas como ellos y que además pueden hacerlo de forma segura”, explica Mayra Aideé.


“Gran parte de la importancia de dar a conocer lo que es el BDSM es que incluso los terapeutas y médicos desconocen de qué se trata, y cuando los jugadores acuden a pedir su ayuda, lejos de recibirla, son cuestionados y discriminados”, cuenta la sexóloga. Así que ante el desconocimiento sobre el tema, los únicos que pueden dar cuenta de estas prácticas son los expertos: los que las llevan a cabo.


El desarrollo del internet ha permitido que la información sobre las actividades de los BDSMeros se de a conocer. “Yo me enteré de que lo que me gustaba hacer era parte de los juegos BDSM porque lo encontré en internet. Primero al leer relatos eróticos y después al descubrir grupos como Sado México”, confiesa Cristal.


Sin embargo, el crecimiento de flujo de información al respecto también ha significado la exageración de las prácticas o la desinformación. “Es importante que la gente se entere de que no todo lo que hay en internet o el cine hollywoodense sobre nosotros es verdad, mucho está exagerado. No es pornografía, es un juego”, cuenta ‘el fiel’.



¿Se aman los BDSM?


“Aquí cada quien va a hablar desde su punto de vista, muchos le llaman a la pareja ‘compañero de juegos’ y son el tipo de personas que pueden tener relaciones libres, sin mayor complicación, pero ese no es mi caso, yo no puedo jugar esto si no es con alguien a quien amo profundamente”, responde ‘Apeiron’


El coito no siempre es el punto final de una sesión BDSM, por esto el amor entre los jugadores no es un requisito. “Yo llevo 4 años con mi pareja, él también es practicante; en nuestro caso regularmente las sesiones terminan en la cama, pero no es mi única pareja de juegos. Cuando yo domino a una mujer, por ejemplo, es sólo la sesión y ya, no tenemos relaciones”, revela Cristal, que también asegura que no es verdad que sesionar sea su única forma de excitación.


“Con mi pareja se dio la oportunidad de experimentarlo, lo platicamos y nos dimos cuenta de que a ambos nos gustaba”, comenta otro de los practicantes. “Lo que haces es jugar y no forzosamente hay sexo después”.


Como todos los seres humanos, los practicantes del BDSM expresan su sexualidad de muchas otras maneras. “Yo creo que el chiste –para controlarlo- es no atascarse, porque después puedes sentir que necesitas más y más y puedes perder la verdadera relación que se establece, la del juego porque hay cariño y afecto”, expone el jugador.


Homosexuales, bisexuales y heterosexuales por igual, son capaces de jugar. Mientras se respete que sea “sano, seguro y consensuado”. “La penetración es lo último en que se piensa”, relatan los activistas de Sado México.


La apertura para aceptar grupos como Sado México aún es poca. Poco a poco se abre camino para la tolerancia de las distintas formas que las personas tienen de expresar su sexualidad. La educación que conlleva culpas y represiones ha mermado la lucha que hacen estos practicantes.


La consigna de los jugadores es una: “No se trata de convencer a nadie de ser BDSM, se trata de decirles ‘acá estoy, esto es lo que hago, me protejo, me acepto, quizá tu no me aceptes, pero no estoy loco ni soy desviado, sólo busco el placer como lo hacen todos.”

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