TQ

Que te vaya bonito y que el viento te deje en donde tengas que estar!




No hay imposibles (ficción)  

Posted by: Root in , , ,

La presión del aire sobre sus mejillas no la dejaba ni respirar. Sentía su cuerpo entumecido, como si hubiese permanecido cayendo de un precipicio tanto tiempo, como el que se necesita para esperar el parto de una mamá elefante.

Los brazos ya no dolían, tenia la impresión de que los había dejado en alguna parte del camino; los hoyos negros pueden llevarla a cualquier parte, cada noche a un lugar diferente. Mientras caía, recordaba a dónde la había conducido noches anteriores, los mágicos mundos que conocía cada vez que sus ojos color miel se cerraban tras días tortuosos llenos de trabajo, tanto que en lugar de dormir, parecía que cada noche moría.

Fue ahí donde vio por primera vez a su novio el duende verde, recordó las flores de polvo de hada que le regaló para conquistarla, lo mucho que disfrutó el espectáculo solar que llevó sólo para ella y cómo latían sus 4 corazones –todos muertos de cariño por ella- cuando la sentía cerca. Desde entonces, cada 34 del mes tenían una cita.

¿Cómo serían sus hijos si ella decidiera que una noche se quedaría para siempre bajo ese cielo dorado por el polvo que se desprendía de la cabalgata de los unicornios? ¿Tendrían esas manos tersas del duende o sería acaso que heredaría esos labios carnosos que ella mordía como tic? ¿Y si fueran como él, podrían también adivinar el futuro y aprender del pasado? ¿Sabrían manejar los aros de cristal que le daban el toque romántico a las tardes de lluvia?

Ese hoyo negro puede llevarla a casi cualquier lado; tal vez hoy no era noche de duende, quizá tocara visitar a su querida lucecita, esa pequeña trol que le contaba las mejores historias de amor y desamor que hacían que el viaje se sintiera como un parpadeo.

Qué hermosas canciones inspirarían a los cantautores si tuvieran la oportunidad de escuchar lo que Lucecita contaba; por lo menos ella debería poder contarles ya que ellos no pueden verla, pero la promesa de que aquéllos encuentros eran un secreto inviolable, se lo impedía.

Ya tampoco sentía las piernas. Mientras caía, percibía siempre el grato olor de una orquídea azul que le anunciaba la cama de flores que la recibiría en su aterrizaje. Eran sus flores favoritas, aunque las gardenias multicolores que un día le mostró su adorado Carrizo, el Pegaso que le servía de transporte cada noche, la ponían en un serio dilema de preferencias florales.

Los chispazos que comenzaban a aparecer por doquier, le anunciaban que por fin llegaría. La ansiedad por saber a qué nuevo personaje encontraría le impedía respirar con normalidad. Si su hermana pudiera acompañarla le creería por fin que aquél mundo de fantasía, colores y con los olores más dulces y empalagosos del mundo, realmente existe. Después de todo, ¿quién dice que una mujer ciega no puede ver su propio mundo de sueño?

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